CONVOCATORIA AL XXVII CONGRESO NACIONAL
DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHILE
El mundo, y la Humanidad toda, vive un momento extraordinariamente crítico. Las guerras y los planes de exterminio son una realidad que pone en riesgo la existencia humana, con las peores expresiones de genocidio. El sistema de relaciones internacionales, que surge tras la Segunda Guerra Mundial, no logra detener la masacre sobre el Pueblo Palestino. Es una realidad que el planeta ya no se sostenga más, dada la depredación, saturación y expoliación económica que devastan el sistema global, y alteran el equilibrio social y ambiental.
Todas manifestaciones profundas de crisis que amenazan con la extinción de la humanidad.
La gravedad del momento histórico no es medible en la temporalidad de años o décadas.
Se requiere observar esta situación con sentido de realismo, urgencia, y humanismo.
LA CRISIS DEL NEOLIBERALISMO EN EL PLANETA, Y EN CHILE, DEMANDAN SU SUPERACIÓN AHORA.
La globalización neoliberal, y el hegemónico sistema sustentado en el capital especulativo-financiero, ya previsto por Marx, se ha traducido en una crisis multidimensional de alcance nunca antes visto en la historia, cuyos efectos se evidencian en un planeta ambientalmente devastado y una crisis climática global que se incrementa.
Son expresión de esta misma situación las políticas de exterminio, como la que ocurre en contra del Pueblo Palestino; la militarización y extensión de focos de conflicto en diversas zonas de nuestro planeta, que lleva adelante el imperialismo norteamericano y La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); las crisis migratorias forzadas por la multiplicación de bolsones de miseria y zonas de sacrificio; la inédita concentración de la riqueza y la desigualdad creciente de una comunidad mundial que se debate en la incertidumbre sobre su futuro, bajo la persistente amenaza de la guerra y la confrontación nuclear.
Chile, y nuestro continente, no son una excepción a esta situación. Por lo que necesitamos actuar y aportar a que este proceso no implique la devastación total del planeta. Para que se imponga un camino de paz, igualdad, justicia, integración real entre naciones; independencia plena de los pueblos de América, en un camino de convergencia hacia el Multilateralismo Efectivo que se abre paso como la única esperanza para el mundo.
En nuestro Congreso Nacional anterior, advertíamos que incluso, antes de la pandemia, el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) señalaba que la crisis del sistema financiero transnacional seguiría adelante; cuestión que por cierto se agudizó en todos los planos.
Las causas de la crisis están en el propio sistema imperialista, y la única forma de superarla es, definitivamente, terminar con el capitalismo salvaje y, por cierto, con el imperialismo norteamericano, del cual seguimos siendo su “patio trasero”.
Tanto por nuestra histórica y trascendente postura antimperialista de solidaridad con los pueblos del mundo, y porque somos parte sustantiva de este, lo que ocurre en el planeta Tierra está indisolublemente ligado a lo que ocurra en Chile.
En tal sentido, la globalización capitalista, que adoptó una forma concreta en nuestro país, con el golpe fascista civil-militar; y luego el pacto transicional de la década de los 90 del siglo pasado, hasta hoy, son cuestiones que debemos enfrentar, para superarlas del todo.
La implantación rápida y exitosa del neoliberalismo en Chile se debió a que la dictadura impuso el nuevo modelo económico a sangre y fuego. El neoliberalismo, en su versión chilena, se caracteriza por poseer un patrón de acumulación rentista, concentrador tanto de la propiedad como de la riqueza producida. Las espectaculares ganancias de los grupos económicos locales y transnacionales se basan en una explotación indiscriminada de recursos naturales con bajo nivel de valor agregado; altísimas tasas de plusvalía, sumado a ello exiguos salarios que no reflejan dichas ganancias. Esto significa que las mayores ganancias están en rubros exportadores de recursos naturales con muy bajo nivel de procesamiento como la explotación minera, la agrícola, ganadera, forestal y marina. Otros rubros donde el gran capital detenta una posición abusivamente dominante, como sucede en el retail, las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) la salud privada, la banca, el gas, entre muchos.
Esta ganancia es “usurera” o mal habida -incluso para los capitalistas clásicos-, porque se sostiene en ventajas que no dispone el resto de los empresarios; como la propiedad de un recurso natural escaso o porque se detenta el control en una cadena productiva, lo cual permite abusar de pequeñas y medianas empresas (pymes) subcontratistas y proveedoras. O bien se mantiene una posición dominante en un mercado, lo que favorece la colusión de los conglomerados controladores, como sucedió en el caso de las farmacias y del papel higiénico.
La capacidad de expansión que exhibía la economía durante la década del noventa ha quedado atrás. Si durante 1990 a 1998 Chile alcanzó un promedio de crecimiento del 7,1%, sin embargo, en la primera década del siglo XXI, el impacto de la crisis asiática, y luego la sub prime, hicieron caer este promedio, esta situación se acentuó desde el 2008 hasta la pandemia.
El estancamiento y bajo potencial de crecimiento de la economía es un fenómeno estructural, estrechamente asociado a las distorsiones del neoliberalismo chileno. Ejemplo paradigmático de las trabas al desarrollo que genera la dinámica rentista neoliberal, es lo que sucede en la gran minería del cobre, donde se vive un proceso de desindustrialización, ya que nuestras exportaciones retroceden en cobre fundido y refinado, aumentando en términos exponenciales las de concentrado de cobre. Esto sucede porque las grandes mineras actúan guiadas por la lógica rentista. Alegan que su negocio es extraer mineral, sacar rocas, meterlas a un barco y venderlas al extranjero; y desechan la actividad de fundición. Se niegan a realizar la mayor inversión que demanda actividad de fundición, y desechan este tipo de proyectos pues consideran que sus ganancias son muy bajas.
Chile tiene una alta concentración de empresas y grupos económicos que dominan varios sectores clave de la economía. Las principales familias y conglomerados empresariales incluyen a personajes tan renombrados como los Luksic, Matte, Angelini, Paulmann, Yarur, entre otros. , un ejemplo emblemático es lo que ocurre con los supermercados, aquí las tres principales cadenas -Cencosud, Walmart y SMU (Unimarc) del grupo Angelini- controlan más del 80% de las ventas, en desmedro de ferias libres, almacenes de barrio y minimarket, que han visto disminuida su participación; este fenómeno de concentración económica ha llegado a tal nivel, que una reconocida asociación de “emprendedores”, denuncia que son 1.043 “mega-empresas” quienes generan el 70% de la venta de bienes y servicios del país, y ellas sólo representan al 0,1% de las empresas. Por otra parte, en el mundo rural ocurre una situación similar con la propiedad de la tierra, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en el 2017 el 1% de las empresas agropecuarias controlaba el 47,4% de la superficie agrícola del país. Es así que en Chile, el 75% de la economía real es propiedad de las grandes transnacionales y familias que controlan todo.
Las profundas contradicciones que genera este modelo depredador están poniendo freno a un desarrollo inclusivo, sustentable y armonioso. El país, la naturaleza y la sociedad ya no resisten un modelo que traspasa a las comunidades, al medio ambiente y a la población en general todos los sacrificios que genera la extracción desenfrenada de recursos naturales. La desindustrialización y la consiguiente pérdida de empleos ligados a la actividad manufacturera, devela la urgente necesidad de promover actividades productivas innovadoras y creadoras de valor.
Es una exigencia nacional el aseguramiento de derechos sociales mínimos para la población de nuestro territorio agobiada por los abusos, la exclusión y el endeudamiento como sistema de dominación de clase.
También lo es combatir la profundización de una extrema liberalización económica acompañada de un máximo conservadurismo cultural, que les permite asegurar la mantención de un constante enriquecimiento indebido del capital, en desmedro de la democracia.
Es decir que, para que los dueños del capital puedan mantener sus tasas de ganancia superlativas, requieren restringir aún más los derechos de las grandes mayorías, acentuando la crisis económica y social.
Recae en nuestra responsabilidad, dar forma y cuerpo a una alternativa que avance en superar este neoliberalismo depredador de la naturaleza y reproductor de la desigualdad, buscando otras opciones de desarrollo y crecimiento, a escala humana.
ES NECESARIO MIRAR LA HISTORIA, PARA CONSTRUIR FUTURO. CONSIDERANDO QUE ESTÁ PLENAMENTE VIGENTE LA CONTRADICCIÓN DEMOCRACIA-NEOLIBERALISMO, Y LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA CON PERSPECTIVA SOCIALISTA.
La implementación del neoliberalismo durante la dictadura instaló abierta y crudamente la contradicción entre neoliberalismo y democracia. Por ello, una de las principales tareas que nos dimos los comunistas durante los 90 fue desmantelar el entramado institucional que concretaba esa contradicción: primeramente, a través de la Constitución pinochetista que buscaba impedir los cambios y petrificar la herencia dictatorial, y también a través del sistema electoral binominal, diseñado para excluirnos y para sobre representar a la derecha en el Congreso. Aunque logramos ponerle fin al binominalismo y participamos de los procesos constituyentes, la arquitectura institucional pensada para limitar la democracia, persiste.
Sin embargo, estos rasgos son particulares de Chile, pero la contradicción neoliberalismo/democracia se expresa globalmente, al menos en tres características que también concurren en nuestro país: la preeminencia de organismos internacionales (FMI, Banco Mundial BM) que han construido un orden económico hegemónico que limita la capacidad de los países de definir soberanamente sus modelos económicos; el reemplazo de la deliberación política por decisiones tecnocráticas supuestamente técnicas; y, finalmente, el desempoderamiento de las fuerzas sociales, especialmente mediante el combate al sindicalismo; pero, en contrapartida, aumentando la incidencia y el poder de veto de los mega empresarios.
De ese modo, el neoliberalismo ha provocado un aumento de la desigualdad social que, a su vez, se reproduce como desigualdad política, impidiendo que la democracia pueda concretarse como tal. Esto se agudiza con la paulatina disminución y disolución de lo público, permitiendo que sea el mercado, prácticamente sin contrapesos, el que asigne el acceso a los derechos sociales como salud educación o vivienda. Se consolida así, un Estado neoliberal sin herramientas para proveer derechos, siendo más bien un mero transmisor de recursos públicos a privados que lucran con los derechos. La resolución de esta contradicción, tiene como condición de posibilidad la derrota y reemplazo de este Estado Neoliberal.
La historia de Chile; del Movimiento Popular, de la izquierda y del Partido Comunista, son en estos momentos cuestiones que debemos considerar para mirar el futuro, en un contexto de alta exigencia política, social, ética y cultural.
Luis Emilio Recabarren, y quienes fundaron el Partido Comunista, comprendieron que la emancipación de la clase trabajadora se encuentra indisolublemente vinculada a las luchas y reivindicaciones del conjunto del pueblo chileno.
Tal como lo postula Karl Marx, la lucha que lleva adelante la clase obrera en contra del capitalismo no se agota en sus justas reivindicaciones, mira más allá, en tanto busca la instauración de un nuevo tipo de sociedad: el Socialismo. El triunfo de la revolución, que la clase trabajadora impulsa, también conlleva el fin de la dominación que la burguesía ejerce sobre otras clases y capas sociales, y por eso, las luchas de los trabajadores tienen la capacidad de representar intereses más amplios, y de carácter nacional.
En el transcurso del siglo XX, nuestro partido supo vincular la lucha de los trabajadores y sus intereses de clase con causas que representaron el sentir nacional. Las demandas que inicialmente instaló el movimiento sindical lograron traspasar las fronteras del mundo obrero e identificar al conjunto de la nación. Se levantó un Movimiento Popular estrechamente unido al desarrollo del Estado Nacional, a la cultura nacional, a la identidad nacional. En tal sentido, se construyó un Programa Nacional para Chile.
En todos los grandes hitos democratizadores del país nuestro partido ha desempeñado un papel protagónico. Ejemplo paradigmático es la gestación del Frente Popular. Una alianza pluriclasista donde la clase obrera unió fuerzas con sectores de capas medias y de la pequeña burguesía para enfrentar la amenaza que representaba las tendencias fascistas que se incubaban en el seno de la oligarquía.
En ese contexto histórico, hitos relevantes de nuestra historia nacional son: el proceso que llevó a la constitución de 1925, y levantamiento obrero y popular que dio paso, brevemente, a lo que se llamó la República Socialista.
Los gobiernos del Frente Popular dieron los primeros pasos en la democratización de un Estado que, hasta ese momento, era un instrumento de absoluto control de los sectores dominantes.
Son esas condiciones socio-políticas las que permiten plantearse un nuevo rol en materia económica que dejó atrás un modelo primario exportador de enclave minero, extremadamente concentrador de la riqueza. Así, el Estado pasó a desempeñar un papel activo en la implementación de un novedoso modelo de desarrollo basado en la promoción de una industria local capaz de sustituir importaciones. En materia social, se avanzó en la creación de un incipiente sistema público de educación y salud, que se desarrolló hasta el golpe fascista de 1973.
La lucha por la nacionalización del cobre, que encabezaron los trabajadores mineros junto a nuestro partido y otras fuerzas de izquierda, convirtió en una causa patriótica acabar con el usufructo de capitales norteamericanos sobre este mineral y poner al servicio del país los excedentes que rentaba.
Otra exigencia nacional que instaló el movimiento popular fue la reforma agraria con su consigna: “La tierra para quien la trabaja”. Ella cuestionaba el latifundio y las relaciones semi-feudales de inquilinaje que oprimían al campesino. Al implementarse la reforma agraria se puso fin al latifundio y también a unas relaciones de propiedad atrasadas que impedían la modernización de la agricultura chilena, entrabando el propio desarrollo capitalista del sector, la Agro industria.
Momento clave es sin duda el gobierno de la Unidad Popular. El proyecto de transformación social que encabezó el Presidente mártir Salvador Allende, poseía un profundo sentido patriótico y nacional. Allende es parte sustantiva de millones de chilenas y chilenos que construyeron ese proceso por décadas
La revolución democrática de carácter anti-feudal y anti-oligárquica que se llevó adelante representó el punto culminante de la lucha del pueblo chileno durante el siglo XX. La creación de un área de propiedad social formado por empresas estatales y cooperativas es una iniciativa que -recreada y puesta a tono con la realidad del Chile contemporáneo- tienen plena vigencia. La nacionalización del cobre y de otros recursos energéticos y naturales, el fortalecimiento del Estado, son cuestiones fundamentales de ese proceso de emancipación nacional, el cual se sustentaba, realmente, en el Pueblo y la clase trabajadora.
La obra más imperecedera de los mil días del gobierno popular es su visionaria estrategia política. La llamada “vía chilena al socialismo” apostó por construir una democracia avanzada de perspectiva socialista, ganando posiciones y revitalizando los espacios democráticos que la institucionalidad de la época permitía. Generando también rupturas y un protagonismo popular como base fundamental de ese proceso.
La combinación entre profundización de la democracia y la construcción del socialismo es un acierto histórico que perdura hasta el día de hoy y tiene plena vigencia hacia el futuro.
Como lo señalara más de una vez VolodiaTeitelboim, nuestro proceso revolucionario se caracteriza por construir más democracia y más socialismo. Y más socialismo y más democracia, como cuestiones dialécticamente unidas en el devenir de la lucha de clases. La democracia, como expresión de participación y soberanía popular; de autonomía e independencia nacional; de justicia social; invariablemente se unen a la construcción socialista, al cambio estratégico del carácter del Estado; a un camino revolucionario cuya fase histórica es el Socialismo.
El actual cuadro internacional, y nacional, dan más vigencia aún a este objetivo fundamental.
Por otra parte, El Partido Comunista tiene, desde hace bastante tiempo, incorporado en su acervo el concepto central de VANGUARDIA COMPARTIDA.
Gladys Marín, en el histórico acto de masas en estadio Santa Laura, tras años y años de lucha en Chile, cuando sale de la clandestinidad y define el momento político que vive el país, señala con énfasis, que el Partido Comunista no necesita llamarse vanguardia, porque su opción estratégica es la Dirección Política compartida para avanzar en una hegemonía democrática y popular en los planos de la política; la economía; la cultura; la ética; el arte. Siendo el Partido protagonista de los más grandes movimientos y acciones trasgresoras que en la historia de Chile, que rompieron con la reaccionaria y conservadora imposición de las clases dominantes, siempre obsecuentes a un eurocentrismo y neocolonialismo enajenante.
Todo lo anterior, no impide reconocer los errores de la Unidad Popular, particularmente en lo que se refiere a una incompleta concepción del poder y el consiguiente vació en la estrategia revolucionaria. Este vacío impidió reaccionar a tiempo frente a una ofensiva contra-revolucionaria empujada por el imperialismo, la oligarquía y corporaciones transnacionales, que ganaron a las Fuerzas Armadas para sus posiciones, y que culminaría con el golpe de Estado. Asunto que nuestro partido debatió descarnadamente tras el golpe, por muchos años, logrando una síntesis estratégica en procesos posteriores y en el XV Congreso Nacional; ejemplo de ello, son los errores de posiciones ultraizquierdistas, y el no haber construido incluso alianzas más amplias que las que había, son parte de nuestros análisis hasta hoy vigentes.
A 50 años del golpe de estado, el año 2023, el Partido Comunista formuló un MANIFIESTO a los pueblos del mundo, en donde señalamos que este proceso histórico no se pueda encasillar como un proyecto episódico, o derrotado. Que es un proyecto inconcluso, y que no se puede borrar cuando se le busca imponer la caricatura de que “la historia nunca se repite”. Más aún, que señala un camino de alianzas; correlaciones de fuerza; de búsqueda de la necesaria Unidad del Pueblo, de un Programa Emancipador, que nos ayuda a enfrentar los desafíos presentes y futuros. Sus ideas tienen plena vigencia hoy, y en el futuro.
Por ello, en las actuales condiciones, las manifestaciones de anticomunismo, tan presentes no solo en las fuerzas de extrema derecha, constituyen no solo una severa y grave amenaza para nuestro partido. Develan una profunda disputa cultural y de masas, entre quienes aspiran a la emancipación plena del ser humano, versus quienes buscan profundizar la dominación del capital. Pero también son una amenaza para el proyecto de transformaciones que represente al pueblo de Chile. Por ello, es un imperativo político combatir toda manifestación de anticomunismo en todo frente social, político y en la construcción de opinión pública, puesto que cuando este se consolida, se daña la democracia y la profundización de la misma.
El anticomunismo ha tenido expresiones duras en nuestra historia:
La ley maldita, con la consecuente persecución y represión al Partido; al Pueblo y a diversas expresiones trasgresoras en los ámbitos valóricos y culturales.
El golpe, y el plan de exterminio sobre las ideas y cuerpos comunistas, derivado en todo el pueblo.
La caída de los socialismos reales, en donde con los estigmas, las caricaturizaciones y los intentos de dividirnos desde el interior del propio Partido, se buscó destruirnos sobre la base de acusarnos de ser “totalitarios, dogmáticos; antidemocráticos”.
En este contexto, señalamos: Las condiciones objetivas y subjetivas exigen avanzar y, en tal sentido, la contradicción principal Democracia-Neoliberalismo, está plenamente vigente. Del mismo modo, desde ahora, debemos relacionar en forma dialéctica e histórica el camino hacia el Socialismo.
ES URGENTE CONSTRUIR UN NUEVO MODELO NACIONAL DE DESARROLLO
En Chile, la base productiva está caracterizada por una alta concentración alrededor de industrias con facilidad para extraer rentas (ya sea de recursos naturales o monopólicas) y que por lo mismo no necesitan de una constante innovación al estilo de la “competencia clásica capitalista”. Esto implica una baja sofisticación tecnológica y de conocimientos en nuestra economía.
En el escenario de la globalización capitalista y amparado en la teoría de las ventajas comparativas, el neoliberalismo en Chile, durante 40 años, expandió las actividades extractivas privadas en casi todos los ámbitos de la vida económica (acuícola, forestal, agrícola, minero).
El desafío principal es transitar desde una economía que básicamente exporta commodities y que tiene procesos de innovación acotados a esos sectores, hacia otra que tenga una matriz productiva diversificada. Ello, para reducir sustancialmente las brechas de desigualdad salarial por concepto de trabajo, impulsar cadenas de valor agregado, capital humano avanzado, ciencia, tecnología y conocimiento. Este proceso, necesariamente, exige una reinversión de capital en el país que el Estado debe asegurar, y controlar.
La anunciada segunda fase exportadora, que debiese tener un fuerte y acentuado componente de innovación tecnológica y sostenibilidad ambiental, es una promesa de tránsito a las exportaciones de productos con mayor valor agregado, que nunca llegó a concretarse. Por tanto, es una tarea pendiente. Se propone insistir en la apuesta por la elaboración superior de nuestros productos básicos.
Es necesario apostar al desarrollo de nuevos sectores manufactureros. La enorme potencialidad que encierra el litio y sus novedosos usos tanto en la electromovilidad, como en la acumulación de energías renovables, permiten apostar por innovadoras industrias asociadas a este mineral.
Es vital que el país recupere capacidad de procesar cobre en Chile, y para ello se requiere aumentar la capacidad de fundición tanto de ENAMI, como de CODELCO.
Uno de los más urgentes desafíos que tiene Chile es el cambio estructural de su matriz productiva y, para esto, es indispensable contar con un sistema financiero que movilice recursos hacia nuevos sectores productivos, financiando proyectos de inversión que requieren instrumentos competitivos, de riesgo y de largo plazo.
El sistema financiero chileno, cada vez más basado en los mercados de capitales en desmedro del rol tradicional de los bancos, no entrega los instrumentos financieros necesarios para perseguir el cambio estructural, ya que busca flujos de corto y mediano plazo que no son propios de una transición productiva como la que Chile necesita.
La figura de un Banco Nacional de Desarrollo resulta indispensable en esta configuración financiera.
Existe un creciente consenso sobre la necesidad de los bancos nacionales de desarrollo dada la arquitectura actual de los sistemas financieros en el mundo, en particular para promover el cambio estructural y apoyar la provisión de bienes públicos y, también, como instrumento que contenga los flujos pro cíclicos de la banca privada.
La Agencia de Financiamiento para el Desarrollo que contempla el pacto por el “Crecimiento Económico, el Progreso Social y la responsabilidad Fiscal”, que impulsa nuestro gobierno, es una iniciativa que justamente responde a esta problemática.
Es necesario impulsar un Programa de desarrollo Científico y Tecnológico con etapas y metas en materia de formación científica, y desarrollo de la ingeniería nacional.
En la pesca se debe incorporar valor agregado, asociándose la gran industria con Pymes, vía políticas activas como los distritos industriales u otras formas de relación. En el sector forestal, por ejemplo, impulsando la industria del mueble. Por otro lado, aprovechar el uso de maquinaria y procesos tecnológicos avanzados para incursionar decididamente en la fabricación de equipos automatizados para la minería, pesca, bosques y otras ramas.
Se necesita, con urgencia, contemplar la incursión de las cadenas de valor asociadas a la industrialización del litio.
Es fundamental poner el litio al servicio del interés nacional, recuperando el control sobre la explotación que hoy realizan en el Salar de Atacama las empresas Soquimich y Albemarle. Nuestra incorporación en las cadenas de valor asociadas a la industrialización del litio, sería un paso clave para incorporarnos a actividades manufactureras avanzadas.
También es necesario impulsar actividades de servicios asociadas a la cuarta revolución científica. Las posibilidades son variadas y un ejemplo de ello son las múltiples opciones que brinda la economía digital.
Sin embargo, hay que tener presente que en la mayoría de los casos donde el sector servicios ha resultado exitoso ha sido porque su desarrollo ha venido de la mano del sector manufacturero. De la misma forma como el auge de la manufactura se debió a una maduración conjunta entre la agricultura y la manufactura (y no a la autónoma explosión de esta última), los casos exitosos de desarrollo de servicios han surgido desde una relación simbiótica entre manufactura y servicios.
Es por esto que la capacidad que un país tenga para desarrollar el área de los servicios pasa en gran medida por las especificidades de su sector industrial y no puede considerarse, para ser exitosa, como independiente de una estrategia industrial basada en la manufactura.
Las universidades estatales y Centros de Formación Técnica deben ser la base de un sistema integrado que impulse este programa. Debe promoverse el uso libre, la disposición social de los conocimientos científicos y tecnologías, a través de un Plataforma Nacional de Ciencia y Tecnología con conocimientos aplicados de libre disposición.
SUJETO PRINCIPAL: FUERZA CENTRAL PARA CONSTRUIR LA CORRELACIÓN DE FUERZAS QUE NECESITAMOS
El capital enfrenta importantes cambios en el modo de producción, impactando y transformando profundamente el trabajo. En el caso de nuestro país este proceso se da en el marco de relaciones laborales (relación capital – trabajo) ultras liberales, que están determinadas por las reformas jurídicas del plan laboral de José Piñera en 1979, en aspectos sustanciales, todavía vigentes. Los cambios actuales se realizan sobre la base productiva que impulsó la dictadura con la instauración del modelo neoliberal –un experimento inédito en el mundo– que frenó y eliminó un proceso de industrialización, reemplazándolo por un sistema monetarista, donde primó el capital financiero y especulativo, arrojando al país a una economía extractivita y con una amplia franja de economía informal.
Ello golpeó la composición de clase trabajadora en Chile y modificó el sentido del trabajo y su función social en la construcción de identidad de clase y su rol en la sociedad, restringiéndolo solo a una categoría de insumo productivo.
El Movimiento social, en su globalidad, y particularmente el de trabajadoras y trabajadores organizados, requiere de una preocupación principal del partido. La disputa con la derecha y particularmente republicanos, se ha trasladado al plano de la organización social. Debemos enfrentarla con todas las fuerzas, la organización social es parte de nuestra concepción de alianzas desde nuestras raíces, que ha posibilitado cambios importantes en nuestro país y han mejorado las condiciones de vida del pueblo.
Es posible y necesario retomar la senda de un sindicalismo protagonista de los cambios sociales. Para ello debemos accionar sobre la base de reconocer la diversidad de trabajadores (as) en todos los ámbitos. Sin embargo, debemos poner al centro la vigencia de la contradicción capital – trabajo que, con otras formas, sigue determinando nuestra posición en el ‘escenario’ de la historia. La reflexión sobre el ‘sujeto principal’ de la lucha política y social es una cuestión fundamental en la teoría marxista-leninista, que busca identificar a los actores más propensos y capaces de liderar la transformación hacia una sociedad más justa y equitativa.
Esto incluye, a las y los trabajadores que generan plusvalía, de la que se apropian los dueños del capital. Ahí están, entre otros, las y los trabajadores de servicios, profesionales, trabajadores de aplicaciones móviles, así como a quienes realizan trabajo doméstico no remunerado, mayoritariamente mujeres, son afectados por las dinámicas del capitalismo y, por lo tanto, «víctimas del capitalismo» en sentido leninista.
Es fundamental para la izquierda y para el Partido comprender la potencia de las organizaciones tradicionales de masas como lo son los sindicatos.
Por ello, es tan importante combatir todo tipo de corporativismo y derechización del movimiento sindical, conjugando las demandas y transformación estructural del mundo sindical con las demandas de diferentes movimientos sociales, organizaciones y campos sociales en lucha, siendo determinante dotarlos de una fuerza material, cultural y simbólica que incorpore la voluntad y sensibilidad de otros estamentos en lucha. Al respecto, no basta con la justeza de las reivindicaciones, esta debe ser capaz de capturar la sensibilidad social contraria al abuso y la explotación.
Y es necesario expandirse para incluir y representar a otros grupos más diversos. Esto implica tanto un cambio en la narrativa como en las estrategias de organización y movilización, buscando siempre construir puentes entre las diversas experiencias de trabajo y explotación, y fomentar una comprensión común de los objetivos y adversarios compartidos.
Retomar la tradición del movimiento obrero que llegó a ser parte de la experiencia de la Unidad Popular, significa continuar empujando un sindicalismo sociopolítico de orientación trasformadora. De lo que se trata es de construir sindicalismo ligado a la concepción de los trabajadoras y trabajadores como actores que sobrepasan las demandas meramente reivindicativas, las que, si bien son el pilar del sindicalismo y de la permanente lucha por lograr conquistas propias de las y los trabajadores, deben ser complementarias a la generación de conquistas de carácter social y políticas en sus dimensiones estructurales.
Lo más urgente, en esta perspectiva, es superar el apoliticismo de los sindicatos y en particular de los y las dirigentes sindicales. No avanzar en ese camino es regalarles el sindicato a los sectores neofascistas que señalan que los trabajadores no deben participar en política y solo dedicarse a su rol gremial. En este sentido tenemos la necesidad de superar la concepción gremialista de los sindicatos, que muchas veces quedan atrapados en una visión estrecha para desarrollar una visión sindical de carácter interno, sin comprender que los problemas mayores se encuentran vinculados al modelo neoliberal y sus efectos.
Son varios procesos de nuestra historia reciente, la Revolución pingüina; el Parlamento Social y Político, que a mediados de la década del 2000 permitió romper la exclusión de los comunistas de los espacios institucionales; el movimiento estudiantil que el 2011 instaló la educación gratuita y caracterizó el gobierno de Bachelet; el estallido social, en donde millones de chilenas y chilenos salieron a las calles, y, en ese contexto, a través de la coordinación de la mesa de unidad social se construyó una plataforma de 10 puntos, que estuvieron encabezadas por la demanda de nueva constitución. De hecho, de esa articulación, surgió la convocatoria al exitoso y masivo Paro Nacional Productivo, que incidió en la búsqueda de una salida política a la crisis, con el llamado Acuerdo Nacional por la Paz.
El movimiento social hoy se encuentra en un proceso de reflujo, por lo que debemos asumir la crisis que vive, diagnosticar los factores principales que lo afectan y desarrollar un plan destinado a una reconexión del partido con el movimiento social. Esta es una misión y una tarea de primer orden.
El movimiento social está debilitado. En ello ha afectado la derrota electoral del 4 de septiembre del 2022, la del 7 de mayo del 2023. Estos y otros factores sumado a la crisis económica, el rol y control unilateral de las comunicaciones, han generado un estado de ánimo de las masas que impide que jueguen un papel determinante en las transformaciones, fomentándose la fragmentación, la inmediatez, el individualismo y la despolitización.
Es una necesidad retomar la reconstrucción de un tejido social orgánico, con unidad, plataforma común y politizado. Es parte fundamental de la correlación de fuerzas que necesitamos para generar los cambios.
Hay falencias del Gobierno en la vinculación con el movimiento social, particularmente en la falta de legitimación de contrapartes orgánicas. Debemos proyectar el rol que los movimientos sociales deben jugar, cuidando su autonomía, pero estableciendo esfuerzos de Estado por fortalecer con menos inhibición, el movimiento de masas. Que sea efectivamente un factor gravitante de alianza y de correlaciones de fuerza, en el complejo camino de los cambios sociales que la derecha y la oligarquía financiera bloquean.
Teniendo en cuenta que la disputa se está trasladando al terreno de masas, donde producto de las necesidades de la gente, el populismo de derecha construye una falsa conciencia y se despliega, sin inhibición, logrando cooptar trabajadores, pobladores, estudiantes según sea el caso que logran incorporarse, en sindicatos, juntas de vecinos, en movimientos de la vivienda, entre otros, haciendo gala de un discurso despolitizado y generando las contradicciones entre esas demandas inmediatas y las propuestas de cambios estructurales que representamos.
Debemos hacernos cargo de la diversidad que existe en el movimiento social y tensar en el marco de este plan todos los esfuerzos de incidencia, en el movimiento ambiental, de trabajadores, feminista, poblacional, por la vivienda, estudiantil, de los usuarios, de quienes perviven con deudas. Un objetivo principal que debemos plantearnos es un área de movimientos sociales, que se plantee como objetivo reconstruir la convergencia social tras los objetivos transformadores y reponer la movilización social. Siendo ésta, una tarea del conjunto del Partido, en todas sus estructuras y frentes.
El sujeto principal de la lucha contra el capitalismo debe expandirse para incluir una gama mucho más amplia de trabajadores afectados por la explotación y la opresión capitalistas.
Así, respecto de la amplitud del nuevo sujeto histórico, nuestra formulación teórica y práctica, política y centenaria, asentada en las luchas sociales en las que hemos participado y estudiado, y el devenir de los proyectos transformadores. nos lleva a la convicción de que toda transformación sustentable en el tiempo y la emancipación real del pueblo se fundamenta en un movimiento de trabajadoras y trabajadores sólido y masivo que ponga en tensión la contradicción capital-trabajo.
Como quedó demostrado en el levantamiento social de 2019, las manifestaciones e identidades en lucha son múltiples y la realidad material y simbólica va configurando nuevos grupos sociales que resisten los agobios del neoliberalismo y que representan idearios y sensibilidades que gatillan y dinamizan conflictos y que cuentan con repertorio de transformaciones antineoliberales.
Por ello, es indispensable y un imperativo de los tiempos y de la conciencia real, articular y transversalizar las luchas sociales, traspasando la reivindicación sectorial y retomando la demanda política estructural, articulando al movimiento social tradicional, con el movimiento social emergente.
La experiencia histórica nos demuestra que un movimiento social desarticulado, sin organicidad y distante del mundo organizado, por mucha convocatoria que pueda lograr, por más simpatía social que genere representados en apoyos en encuestas o por más fuerza que logre sostener, no es garantía de triunfo hacia el camino de transformaciones estructurales, es decir, transformaciones del modelo y sistema político. Esta es una reflexión que debemos profundizar en el marco de nuestro debate congresal a la luz de lo vivido con la revuelta popular del 2019.
La Central Unitaria de Trabajadores, CUT, ha hecho una propuesta nacional en esa dirección, que ha surgido de su último Congreso Nacional, el que fuera nominado “José Figueroa Jorquera” en homenaje a nuestro compañero fallecido durante el 2023. El Partido Comunista respalda esa propuesta, y considera que se debe realizar en breve tiempo social, para que efectivamente tenga efecto en las masas ciudadanas que perviven en condiciones muy malas.
Junto con el reconocimiento y apoyo a las propuestas emanadas del congreso nacional de la CUT, que reuniera a más de 300 dirigentas y dirigentes sindicales de todo el país, asumimos como propia la agenda movilizadora propuesta, que tendrá como hito la convocatoria a paro nacional este 11 de abril. Asumimos este llamado como un punto de inflexión para destrabar el empantanamiento que provoca la derecha sobre las reformas del gobierno, especialmente la de pensiones y el pacto fiscal. Solo desequilibrando la balanza de la presión que ejerce la derecha y el gran empresariado, es que podremos romper el cerco y correr los límites de lo posible. En el marco de un poder legislativo capturado por las fuerzas conservadoras, es clave el rol de la movilización y la articulación de la más amplia unidad, social y política.
ALIANZAS Y COALICIONES: EL ROL FUNDAMENTAL DE LA IZQUIERDA
Al abordar la idea del rol de la izquierda y su falta de claridad en un horizonte común, es esencial reconocer que la política y la construcción de estrategias en la izquierda ha sido históricamente un terreno fértil para el debate ideológico y la diversidad de enfoques. No obstante, esta riqueza de perspectivas a veces conlleva la dificultad de consolidar un programa compartido que articule una visión unificada del país deseado. La ausencia de un consenso claro en cuanto al destino colectivo puede llevar a una fragmentación que dificulta la eficacia política y social de la izquierda.
Desde socialdemócratas hasta socialistas y comunistas, cada partido y movimiento político posee su propia interpretación de lo que debería ser una sociedad ideal. Esta diversidad, plantea el reto de encontrar puntos de acuerdo sustanciales que trascienden la coyuntura política inmediata y se enfoquen en metas a largo plazo. Debemos reconocer que la izquierda, históricamente, ha sido el motor de grandes transformaciones sociales en nuestro país, sin embargo, es cierto que en la actualidad enfrentamos el desafío de articular un proyecto común más claro y coherente.
Por otra parte, la construcción de programas de gobierno en periodos de cuatro años, limita las posibilidades de realizar cambios estructurales profundos, es por esto que la transformación que buscamos es más profunda y requiere de un compromiso sostenido en el tiempo. Las transformaciones significativas en áreas como la economía, la educación, la salud, la comunicación, la cultura o la justicia social, requieren de una visión y una planificación a largo plazo que exceden los plazos habituales de gestión gubernamental. Esto lleva a una sensación de insatisfacción y a la percepción de incumplimiento de las promesas electorales, lo que a su vez puede afectar la credibilidad y el apoyo hacia la izquierda. Por ello, nuestra tarea no termina con un periodo electoral. Debemos continuar trabajando día a día para acumular fuerzas, convencer y movilizar al pueblo a través de la organización social y el trabajo de masas como elementos centrales que coadyuvan a una adhesión mayoritaria a nuestro proyecto de sociedad.
Así, lo cierto es que los cambios profundos, como quedó demostrado en el gobierno de la Nueva Mayoría, que debe experimentar el Estado, la economía y el sistema político en Chile, demandan de voluntades democráticas que traspasen a los partidos y a quienes nos identificamos con la izquierda, junto a un centro de gravedad y conducción anclada en los sectores de izquierda, que articule balanceadamente táctica con estrategia.
Por ello, es un elemento clave el impulso y perseverancia en correlaciones de fuerzas amplias con un sólido componente de orientación de izquierda. Y esta es una disputa con las otras fuerzas políticas y al interior de ellas.
Al respecto, nuestra participación en el gobierno de la Nueva Mayoría a la luz de las tensiones que vive el actual gobierno debe ser resignificada, identificando puntos de inflexión que desvitalizaron el énfasis transformador de esa experiencia frente a nuevos escenarios, y que ponen de manifiesto la necesidad del resguardo de una conducción sólida en el sostén de los cambios como en las proyecciones de un nuevo gobierno de cambios estructurales. Un momento crucial fue ante la desaceleración económica que se vivió en el país el 2016, la negativa de Ministerio de Hacienda de desplegar una acción económica anticíclica, que potenciara el rol del Estado, impidiendo un impulso y una orientación económica con sentido e interés nacional. Ya se vivían expresiones claras del agotamiento del modelo económico.
De igual forma, se debe pensar y resguardar un itinerario de trasformaciones que no solo responda al aquí y ahora, sino que reconozca el impacto y sentido histórico de la acción política.
Para enfrentar estos retos, es imprescindible que la izquierda trabaje en varios frentes, realizando los ajustes al diseño político, pero, partiendo de una premisa: Este XXVII Congreso Nacional encuentra al Partido Comunista de Chile ocupando un rol protagónico en el devenir de Chile. Parte importante de esta consolidación política fue posible gracias al trabajo denodado de la Dirección partidaria encabezada por casi 18 años por el Compañero Guillermo Teillier, que es continuidad de una política impulsada por el Partido y su conducción desde el inicio de esta larga transición.
Es clave fomentar un diálogo interno más robusto y constructivo que permita definir prioridades, programa emancipador que supere el neoliberalismo y el capitalismo salvaje, con objetivos comunes en esa dirección. En tal dirección, el Programa de Gobierno que levantamos con la candidatura presidencial de Gladys Marín; y el Programa de Gobierno que construimos con la candidatura presidencial del compañero Daniel Jadue, son plataformas de absoluta vigencia, incluso adquieren mayor legitimidad y necesidad histórica, si analizamos el curso de los acontecimientos en Chile, en nuestro continente, y en el mundo.
En resumen, el rol de la izquierda frente a la falta de claridad de un horizonte común es doble: por un lado, necesita reconstruir y redefinir su identidad colectiva a través de un consenso más amplio y sólido; por otro, debe innovar en las formas de hacer política para que sus programas y acciones puedan traducirse en transformaciones estructurales duraderas, superando así la limitación temporal de los periodos de gobierno.
Como militantes del Partido Comunista debemos ser coherentes a nuestros principios y luchar incansablemente por los derechos del pueblo; por otro lado, debemos ser capaces de adaptarnos a los nuevos tiempos, entendiendo que la unidad de la izquierda y el trabajo colectivo son fundamentales para lograr las transformaciones que Chile necesita.
La unidad en torno al destino del país, no puede ser un monopolio de los partidos de centro derecha, debemos disputarlo trabajando por la construcción de una nueva correlación de fuerzas como lo hiciera la Unidad Popular. Solo un programa encabezado por la izquierda garantiza el llevar a cabo esos cambios que requerimos como pueblo.
La grave derrota sufrida por el proceso convencional tuvo un importante efecto negativo en el apoyo a las reformas del gobierno y ha motivado diversos enfoques autocríticos, en los que se debe continuar, para alcanzar una síntesis en orientaciones hacia los próximos desafíos políticos. El hecho que estos sectores hayan podido rehacerse de esa derrota y recuperado el poder constituyente, caracteriza el período y también la radicalidad de las definiciones políticas en los próximos años, en que no es posible descartar la asunción al control de poder ejecutivo y de ambas cámaras por parte de alianzas política del llamado populismo de derecha, a imitación de Bolsonaro, Milei o Bukele, que con diversas matizaciones buscan cerrar toda posibilidad de transformaciones y cambios a favor del Pueblo, y proyectar su modelo de dominación.
No podemos ignorar que el fenómeno populista y de corte reaccionario pueda estar tomando cuerpo y estabilizándose en capas y segmentos populares que en nuestro país normalmente apoyaban posiciones democratizadoras y de izquierda, especialmente en algunas regiones y zonas específicas. Existen ejemplos preocupantes en países como Francia e Italia, donde con anterioridad predominaba el voto de clase por los partidos comunistas y hoy se identifican con Marine Le Pen y Giorgia Meloni, de clara orientación protofascista, quienes al igual que Kast y Republicanos, esbozan un discurso contrario a la población migrante, sueñan con declarar el estado de sitio para controlar la población y anhelan la derogación de la legislación que reconoce los derechos de las mujeres y de la población LGTBIQA+. Abordar las situaciones descritas requiere generar nuevas capacidades de relaciones de reciprocidad con el mundo popular actual, tal cual como es, en donde el Partido es parte constitutiva de ese proceso.
Estos sectores reaccionarios, favorecidos por el carácter del pacto transicional, de los 90 en adelante, (que les dio una legitimidad política que no tenían), se ha nutrido especialmente del incremento de los descontentos y grietas sociales que este mismo sistema ha dejado en décadas, hasta hoy. Fenómeno que ha ocurrido en diversos países de nuestra región, y recientemente en Argentina. Son esos descontentos reales, los que debemos saber canalizar hacia una alternativa popular y de izquierdas, en toda su magnitud, y dimensión, debemos asumir que se trata de un amplio campo de masas, en disputa.
Como en otros momentos de la historia, la consolidación de la extrema derecha surge en contexto de descomposición del capitalismo. El neo-fascismo, apelando a la frustración social y al miedo, intenta capitalizar el descontento provocado por el propio neoliberalismo, pero ofreciendo agudizarlo y limitar la democracia, resguardando de ese modo los intereses del gran capital, acusando a sus víctimas: mujeres, migrantes, pueblos indígenas, de ser los causantes de ese estado de cosas. La extrema derecha logra ser exitosa en la medida que es capaz de conectar con ese descontento, proponiendo salidas falsas, pero comprensibles. El neofascismo seguirá creciendo si la izquierda no logra ofrecer proyectos transformadores que articulen, por ejemplo, las luchas por combatir el fin del mundo (crisis ecológica) con la lucha por llegar a fin de mes.
En estas circunstancias, la necesidad de un Partido Comunista cada vez más incidente y fortalecido es imperativo en el Chile de hoy. Como PC debemos asumir las tareas estratégicas del desarrollo de una conciencia de clase popular hacia un nuevo proceso revolucionario, anteponiendo las tareas del actual período por sobre conductas puramente reactivas que no se orientan al fortalecimiento de un amplio movimiento social y político.
En definitiva, el desafío para los comunistas se plantea en la urgente necesidad de construir una izquierda con un programa nacional emancipador, que declare con voluntad política la necesidad de superar el capitalismo salvaje y sus secuelas en todos los planos de la vida nacional. Una izquierda con vocación de poder, con un amplio arraigo de masas; que sea capaz de influir e incidir en la hegemonía de alianzas y correlaciones de fuerza amplia que, en el campo progresista, siempre está en disputa, como lo demuestra nuestra actual experiencia de gobierno.
Una izquierda que manifieste y refleje, su política nacional emancipadora en una expresa postura internacional de integración regional; de impulso al multilateralismo; antimperialista; de respeto a la autonomía y soberanía de los Pueblos; de solidaridad con las causas nobles y justas. Una izquierda que avance en los procesos tácticos, en la dirección de un objetivo estratégico claro.
Incidir decisivamente en esa hegemonía, en la dirección táctica y estratégica de esos procesos, es fundamental para seguir avanzando.
En tal sentido, debemos asumir, autocríticamente, que hay amplios sectores de masas, del pueblo de Chile, que, por diversas razones válidas, no tienen una interacción con nuestras ideas y posiciones. El resultado del plebiscito en que se impuso el RECHAZO, y luego en el segundo, en que ganó el EN CONTRA, son antecedentes que debemos considerar en toda su magnitud. Como un desafío y una oportunidad, que nos interpela. Es necesario considerar a fondo tales procesos.
Así como lo fue la salida a las calles de Chile, de millones y millones de personas, que son en rigor quienes abrieron camino hacia nuevos procesos políticos y sociales. Entre ellas y ellos, cinco millones y medio de personas que sólo vuelven a votar porque se establece el voto obligatorio.
Insistimos, Chile necesita una izquierda con vocación de poder; arraigada en el espesor de las masas; con alta capacidad política, ideológica y cultural, que sea capaz de conducir las alianzas y las correlaciones de fuerza, y no quedarse en un plano secundario, atrapada en su falta de capacidad política y de masas.
En ese contexto, el rol del Partido Comunista es fundamental, y ese desafío nos interpela en muchos aspectos de nuestra vida política, orgánica, ideológica y cultural. Y debe ser materia esencial de este Congreso Nacional.
Nuestro Partido, y esta izquierda, tienen la inmensa tarea de abrir paso a la alternativa nacional que logre derrotar a la derecha, al imperialismo y a las corporaciones transnacionales. Disputar un nuevo Gobierno, con un programa y con mayorías nacionales y un movimiento popular que efectivamente asiente ese objetivo histórico.
LOS PUEBLOS ORIGINARIOS EN NUESTRA PRIORIDAD
La lucha de los pueblos originarios, y del pueblo mapuche en particular, es una lucha de siglos que enfrenta el exterminio, la asimilación y negación de su condición de pueblo y primeras naciones. En el presente y tras la dictadura, esta lucha expresa su voluntad de pueblos contrarios al neoliberalismo, y a un Estado que los despoja y depreda sus territorios.
Avanzar hacia un Estado Laico Plurinacional, en el cual la soberanía se extiende también hacia la descentralización del poder y llega hasta la soberanía alimentaria, debe ser una tarea política a alcanzar para un nuevo desarrollo, que dice relación con cómo pensamos distribuir la riqueza que la sociedad genera y cuya aspiración sea el abandono total del estado subsidiario y el extractivita.
Con la convicción de que las luchas que han dado y siguen dando nuestros Pueblos Originarios son legítimas y justas: Por agua, tierra y biodiversidad, que se enfrentan a la destrucción de la naturaleza y medio ambiente, muy lejos de la vida, reflejadas en la Cosmovisión de cada pueblo.
La derrota del plebiscito del 4 de septiembre al proyecto constitucional emanado de la Convención Constituyente, tuvo al igual que en el conjunto de la sociedad chilena un efecto desmovilizador y regresivo de las legítimas demandas de los pueblos originarios, debilitando la incidencia en el debate público y su incidencia en las correlaciones de fuerza política.
Sumado a una Institucionalidad como CONADI, sin argumento y sin protagonismo alguno, la creación de la Comisión Presidencial de Paz y Entendimiento, en que no existe participación de todos los Pueblos Naciones Indígenas como se señaló en una primera instancia, no existe una representación electa por los pueblos, ni siquiera del pueblo nación mapuche, en contraste con esto, se aprecia la representación del latifundio empresarial de la Araucanía.
Una orientación clara como Partido es la recuperación para Chile del Litio y las riquezas naturales en poder de grupos económicos locales y trasnacionales. Pero esto debe ser en conjunto con quienes habitan esos espacios territoriales, con ellos siempre, nunca sin ellos. Como lo señalo el Partido: “Asegurando el mínimo impacto ambiental sobre los salares y con pleno respeto a las comunidades y pueblos indígenas”.
La situación que acontece en la zona sur, en territorio, con la industria salmonera, y la no aplicación de la llamada Ley Lafkenche, debe ser abordada conjugando los derechos de los pueblos originarios con las demandas de las y los trabajadores del mar.
Tenemos problemáticas con los Pueblos Andinos, porque no se respetan los Derechos Colectivos de los Pueblos y la obligación de ser consultados para la implementación de la Política del Litio.
La Araucanía no puede seguir indefinidamente con presencia militar, por ello, es fundamental construir un camino de entendimiento político que permita retomar el protagonismo de los pueblos originarios para la concreción de sus históricas y justas demandas.
La señal política, más importante, para avanzar en una nueva relación entre el Estado, a través de este Gobierno, y los Pueblos Indígenas, es:
- Reconocimiento Constitucional como sujetos colectivos de derechos.
- Fin al Estado de Excepción en el Wallmapu.
- Comisión de Restitución territorial (tierra y agua), con una Comisión de expertos con participación indígena; restitución con pertinencia indígena.
- Nueva Institucionalidad. Ministerio de Pueblos Indígenas y Consejo Nacional de Pueblos.
PUEBLO NACIÓN MAPUCHE
Se reconoce el derecho del pueblo mapuche a la autonomía y la libre determinación, a la declaración de las Naciones Unidas, al Derecho a las Tierras y Territorios, a los recursos naturales, así mismo los derechos civiles, políticos económicos sociales y culturales, el derecho al idioma costumbres y tradiciones,
A respetar e implementar los Tratados Internacionales ratificados por Chile, y a revisar el Tratado de Tapiwe que cumple 200 años de existencia. Seguiremos luchando por el pago de la deuda histórica, los escaños reservados, el Ministerio y Consejo de Pueblos.
PUEBLO TRIBAL AFRODESCENDIENTE CHILENO
El Pueblo Tribal Afro descendiente chileno es reconocido como tal mediante la Ley 21.151, en vigencia desde el 16 de abril del 2019. Espera contar con mayor población debido a la incorporación de la variable afro descendiente al CENSO Nacional de 2024.
En este momento histórico y crucial de nuestra vida política, social, cultural, económica y ecológica, es indispensable combatir el colonialismo vigente, el patriarcado, el racismo, la xenofobia, la discriminación y la exclusión que oprime al pueblo afrodescendiente y a otros grupos subalternados.
EL ROL DEL FEMINISMO DE CLASES.
Los desafíos que enfrentan las mujeres en este contexto nacional e internacional, son diversos y exigentes. El avance de la ultraderecha en Chile está poniendo en tela de juicio los derechos y la agenda de las mujeres. Los ultraderechistas, encarnados en el Partido Republicano y sus aliados cuestionan, entre otros, sus derechos a la representación política paritaria, a la educación sexual integral, a formar familias diversas, al igual salario por igual trabajo, sus derechos reproductivos, incluso conquistas mínimas como el aborto en tres causales.
Se busca que las mujeres tengan temor y miedo a perder lo que han ganado, y como la derecha administra el miedo en sus relatos políticos, sus discursos llegan con fuerza.
Ante el aumento de la precarización de la vida, la derecha y la ultraderecha han construido enemigos a quienes culpar. Los migrantes, los progresistas e izquierdistas aparecen como figuras a las cuales responsabilizar de las carencias que en realidad son producto del abandono de este Estado subsidiario. El anticomunismo aparece juntamente con la amenaza de que las personas perderán su propiedad. El feminismo es presentado, a su vez, como una amenaza al orden de la familia, a la infancia y al derecho de los padres de educar a sus hijos.
Nuestra inserción en los espacios territoriales debe ser a través de las organizaciones territoriales y de sindicatos. Es importante que tengamos la capacidad de poder hacerlo constantemente. Para recuperar ese tejido social, también debemos plantearnos formas de hacer más horizontales las relaciones en las organizaciones, cómo cuestionamos los espacios de poder, la dirigencia cercana, amistosa, amena, bien tratantes. Romper con la verticalidad del poder masculino, ya que la lógica patriarcal invisibilidad a las dirigencias y el trabajo que las feministas despliegan en el territorio.
Asimismo, quienes estamos en organizaciones sociales, debemos trabajar con los gobiernos locales para abordar las agendas comunales para la igualdad de género.
Los que afirman que el feminismo es meramente identitario y que su enfoque provoca malestar en las capas medias y populares reproducen un argumento que muchos intelectuales conservadores y de derecha han utilizado históricamente como una táctica para deslegitimar el movimiento.
Este punto de vista no solo es antileninista, sino que también ignora la realidad de la opresión sistemática y las luchas vividas por las mujeres y diversas identidades de género en todo el mundo, una opresión que se agrava bajo sistemas como el neoliberalismo, con sus características de explotación, deudas y desigualdad creciente.
Debemos superar lógicas del debate que pretenden colocar en contradicción las luchas de los oprimidos y oprimidas, así como reconocemos que las y los trabajadores organizados son sujeto principal de las transformaciones, no es menos cierto que ese sujeto se expresa y vive opresiones en múltiples dimensiones. En el mundo del trabajo, las mujeres siguen siendo relegadas a labores con menor remuneración o en aquellas áreas donde predominan, sus rentas están muy por debajo de profesiones u oficios en que se desempeñan mayoritariamente varones; En materia de seguridad, se insiste con una mirada sesgada donde la VIF no es reconocida como parte de la política de seguridad pública, sosteniendo el prejuicio de que las violencias dentro del hogar son problemas ‘puertas adentro’; en la dirigencia social, especialmente en el ámbito medio ambiental, los datos de la región revelan que son objetos de persecución y asesinadas, siendo principalmente mujeres las que están en peligro. El discurso de odio y violencia adquiere un tono especialmente ofensivo cuando se trata de mujeres, buscando con ello, inhibirlas de ejercer roles de liderazgo; la maternidad, sigue siendo castigada frente a la falta de políticas de cuidados que enfrenten el desafío de la crianza desde una perspectiva de Estado y no solo como un deber de padres/madres.
No podemos sustraernos de estos antecedentes al hablar del rol del feminismo y por lo mismo, nuestra apuesta por un feminismo de clase debe ser parte sustantiva de nuestras luchas.
La crisis de seguridad debe ser abordada con nuestra perspectiva feminista y de clase. Esto requiere que visibilicemos a las mujeres excluidas. En el caso de las mujeres privadas de libertad es una lucha que debemos revelar, pues hay problemáticas de género en los delitos que comenten y por los cuales se encuentran privadas de libertad (principalmente por microtráfico).
En el caso de las mujeres en situación de calle, muchas de ellas son mujeres que han vivido violencia de género y no tienen redes de apoyo. La vida en la calle también es violenta para las mujeres. Por eso las y los comunistas debemos luchar por recuperar los espacios públicos instalando una política de masas de ocupación de estos espacios.
En la actualidad, las feministas marxistas y materialistas seguimos la senda de figuras revolucionarias como Alexandra Kollontai, Rosa Luxemburgo, Nadezhda Krupskaya, Clara Zetkin, Gladys Marín, entre otras, entendiendo que la lucha feminista es inseparable de la lucha más amplia contra todas las formas de opresión y explotación.
Debemos asumir con fuerza una política que aborde la autonomía económica de las mujeres, considerando, por ejemplo, que el 17% de mujeres en minería, trabajan como subcontratadas, y reconocemos una deuda en sindicalizar a estas mujeres. Tampoco hemos desarrollado una respuesta real para las personas, desde el feminismo y desde el partido ante la crisis migratoria, que precariza los servicios y recursos.
Cuando hablamos del sistema nacional de cuidados es importante pensar en socializar, des-feminizar y generar propuestas que mejoren la calidad de vida de las mujeres de nuestro país. Es importante entender el cuidado no solo como una labor reproductiva, sino también desde la perspectiva productiva. El trabajo doméstico y de cuidado genera valor y desde esta mirada el desafío es diseñar una política pública que dé cuenta de las condiciones objetivas de esta labor y también de denunciar que eso que llaman amor y entrega es efectivamente un trabajo no pagado.
Una experiencia concreta, bastante significativa que debemos analizar, es que una parte relevante del voto EN CONTRA, en el último plebiscito, fue de mujeres. Cuando en la campaña se denunció que el proyecto derechista arrasaría con los derechos de las mujeres; que la ley “papito corazón” terminaría; que los fondos municipales impedirían financiar los pocos programas sociales destinados a mujeres que trabajan, sin remuneración; que,frente al abuso, las mujeres perderían toda protección.
Esta línea de campaña del EN CONTRA se trabajó con diversas organizaciones y movimientos feministas, como la Central Unitaria de Trabajadores y la Coordinadora 8 de marzo. Ese amplio, diverso, y heterogéneo universo, debe ser parte sustantiva de nuestra preocupación.
LA DEFENSA DE LA IGUALDAD SUSTANTIVA Y LA VERDADERA LIBERTAD
Esto es fundamental en cualquier sociedad que aspire a ser justa y democrática, especialmente en un contexto de crítica al neoliberalismo. La igualdad sustantiva va más allá de la igualdad ante la ley, buscando activamente corregir las desigualdades sociales y económicas que impiden que las personas disfruten de las mismas oportunidades y derechos. Esto implica un compromiso con la redistribución de recursos y oportunidades para asegurar que todos puedan participar plenamente en la vida social y económica.
En cuanto a la verdadera libertad, esta debe entenderse como la capacidad real de los individuos para tomar decisiones significativas sobre sus vidas, libres de coacción y necesidad.
Valorando el rol sustantivo de los colectivos; de los movimientos sociales; de las comunidades en sus diferentes expresiones.
Aunque el neoliberalismo promueve la libertad individual, especialmente en el ámbito económico, al reducir la intervención estatal y permitir que el mercado dirija los recursos y las actividades, esta libertad se revela muchas veces como profundamente desigual. Bajo el neoliberalismo, la libertad se convierte a menudo en la libertad de consumir, una libertad condicionada por el acceso a recursos económicos. Las personas con más recursos tienen una amplia gama de opciones disponibles, mientras que aquellos con menos recursos enfrentan opciones limitadas y, en muchos casos, la incapacidad de satisfacer sus necesidades básicas.
La crítica central al neoliberalismo desde esta perspectiva es que, al priorizar la mercantilización y la privatización, genera y exacerba las desigualdades económicas y sociales, limitando la verdadera libertad e igualdad para la mayoría de la población. Al reducir el papel del Estado en la provisión de bienes y servicios públicos y en la regulación de la economía, el neoliberalismo deja a individuos y comunidades vulnerables a las fuerzas del mercado, que a menudo son ciegas a las necesidades sociales y ecológicas. La conversión de derechos y bienes públicos en mercancías significa que el acceso a elementos esenciales para una vida digna y libre se vuelve cada vez más dependiente de la capacidad de pago, llevando a una situación en la que efectivamente «solo pueden elegir quienes tienen dinero», contradiciendo la noción de igualdad y libertad para todos.
Por lo tanto, la lucha por la igualdad sustantiva y la verdadera libertad implica una firme oposición a las limitaciones impuestas por el neoliberalismo y un llamado a adoptar políticas y estructuras sociales y económicas que promuevan una distribución más justa del poder, los recursos y las oportunidades. Este esfuerzo requiere una reconsideración profunda del papel del estado, del mercado y de la sociedad civil en la promoción del bienestar común y la justicia social, así como un compromiso con reformas sustanciales que aseguren que todos los individuos puedan vivir vidas libres y plenas, independientemente de su posición económica.
LAS CULTURAS COMO PRÁCTICAS DE SENTIDOS Y CONSTRUCCIÓN DE MOVIMIENTO DE MASAS
Entender el momento histórico en el cual estamos insertos, pasa entre otros factores por comprender, en su concepción más amplia la palabra cultura; esto significa posesionarla dentro de su amplitud de significados, que van mucho más allá de los rituales meramente academicista.
El imperialismo cultural tiene plena vigencia hasta nuestros días, retroalimentando, de esta forma, otras miradas del discurso dominante. La descolonización intelectual es el primer factor que necesitamos impulsar para llegar a ser sujetos de la historia.
La cultura se expresa constantemente más allá de su concepción de uso, ésta se mueve y adquiere vida en cada acción que realizamos, en cada signo que resignifique lo humano, en cada símbolo de un pueblo que trasciende en sí mismo a través de su propio acervo cultural. No debemos olvidar que desde las culturas se puede orientar para entender los cambios sociales que se dan en las comunidades.
Las prácticas cotidianas de las y los sujetos sociales requieren ser canalizadas desde una comprensión cultural, estas acciones envuelven y movilizan diversos sentidos, donde las culturas, las artes y los patrimonios, juegan un rol protagónico, para aprehender y comprender nuestras propias subjetividades.
El Partido ha expresado una alta preocupación en torno a cómo insertar nuestra labor partidario en la base social y de qué forma hacer penetrar nuestras ideas, con el objetivo de lograr una transformación de las conciencias. La pregunta que surge es ¿cómo resignificamos nuestro rol de dirigentas y dirigentes sociales posesionándonos en un espacio donde el otro convive con sus propias carencias, sueños y expectativas de vida donde en muchas ocasiones no sabemos cómo llegar e incidir en un cambio sustantivo en sus vidas y en la forma de mirar la política, desde el compromiso, la participación y el involucramiento en lo colectivo, aquello que habita más allá de sí mismo. Esto nos lleva a realizar un análisis profundo sobre la conformación de los territorios, conocer cuántas juntas de vecinos existen por cada sector, cuántos centros culturales, cuáles son los gremios de las culturales que ya poseen un trabajo cultural propio. Una vez diseñado ese mapa social nuestra tarea es promover la inclusión social, la participación ciudadana y la identidad local mediante acciones culturales que sean diseñadas en los propios territorios.
Debemos tener plena comprensión que el Partido es un instrumento, no un fin en sí mismo, esto significa que alcanza su mayor expresión cuando realiza su política en función de transformar la realidad. Es así como promover un proyecto político cultural, pasa indiscutiblemente por educar una conciencia social que genere cambios significativos en la vida de las personas, dado a que las contradicciones de los sujetos no solamente se expresan en el terreno económico, sino también en las complejidades que se vislumbran de nuestras propias subjetividades. Las culturas no son instrumentos mecánicos, ajenas al vivir en comunidad, tienen que estar ligadas al mundo interior de las y los sujetos y desde allí proyectarse a la vida orgánica del pueblo.
La expansión del neoliberalismo ha invisibilizado el rol de la cultura como herramienta transformadora. Esto significa que el rol que debiera asumir el Estado lo ha desempeñado el mercado, construyendo una cultura desde la competitividad y el individualismo. La UNESCO define cultura como un: “Conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social. La cultura engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, creencias y tradiciones”.
Si nos detenemos en esta concepción debemos entender que para construir un proyecto cultural se debe poseer, necesariamente, un profundo conocimiento de nuestros territorios y desde allí levantar acciones culturales que le otorguen sentido de pertenencia a las y los sujetos sociales; estos sin duda son proyectos de largo aliento y deben ser impulsados desde nuestras propias estructuras sociales, culturales y afectivas, no se puede disociar la cultura de una mirada abarcadora del conocimiento para que podamos armar un tejido social que nos una, sobre la base del hacer y del sentir.
Cuando hablamos de la crisis del capitalismo, estamos hablando también de una crisis de las culturas, ya que este sistema de apropiación de los recursos sociales, culturales y naturales no contribuye a generar espacios para las expresiones populares, que de alguna manera orienten y direccionen una hoja de ruta, donde el pueblo genere sus propias construcciones culturales. Es así como una de las tareas, en el ideario de las revoluciones es liberar a las artes y las culturas del lucro, de la mercantilización y el individualismo, dando paso a una cultura inclusiva, integradora y con conciencia de clase.
Una de las funciones primordiales del Estado es crear las condiciones que les permita a los sujetos sociales acceder a los bienes simbólicos. El derecho a la cultura es un derecho fundamental, como el de educación, salud, vivienda, entre otros. El Estado debe acompañar y propiciar las condiciones para que las culturas, las artes y los patrimonios se expresen a través de sus diversas simbologías. Las distintas comunidades que habitan un mismo territorio deben gozar de una sana convivencia y el rol de la cultura en ese proceso es fundamental, contribuyendo objetivamente a la superación de los diferentes niveles sociales, siempre desde una mirada integradora que vaya en la dirección de propiciar un vivir pleno de las y los sujetos sociales. Por otra parte, las culturas, las artes y los patrimonios están conectadas al desarrollo social, económico y democrático de los pueblos. El desarrollo del ser humano no es lineal, ni tampoco influye solo un componente, es más bien la suma de factores que se interrelacionan entre sí. En muchas ocasiones se ha sostenido que separar la creatividad y las artes del desarrollo económico es construir progreso sin alma. En definitiva, esto significa humanizar el desarrollo, desde una mirada integral e inclusiva, sin diferencias de género, nivel socioeconómico y cultural.
LA DISPUTA POR LA COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN, COMO DERECHOS Y EJERCICIOS DE SOBERANÍA
Más que nunca la disputa por la comunicación e información como derechos del pueblo y disputa necesaria para fortalecer los demás derechos, han de ser parte de nuestra hoja de ruta. Sabemos que tal como ocurrió con muchos otros derechos humanos como el derecho a la Educación pública o la Salud, el derecho a la comunicación, libre expresión e información, ha funcionado bajo las condiciones de una extrema mercantilización e híper concentración, y tanto la sociedad como el Estado han tenido escasa participación, desde que la perdieron en dictadura. También sabemos que el diseño jurídico institucional de inspiración neoliberal propicia la concentración económica en diversos ámbitos, siendo uno de ellos el de los medios de comunicación.
La Constitución de 1980 garantiza la libertad de expresión en su dimensión individual, pero no lo hace desde su arista colectiva, de hecho, proscribe expresamente la existencia de un monopolio estatal sobre los medios de comunicación social, sin considerar la eventual formación de monopolios privados. Lo anterior ha incidido fuertemente en la estructura de la industria informativa. Chile se ubica en los primeros lugares de los rankings de concentración de la propiedad de los medios de comunicación de América Latina, que dan cerca de un 95%. Existe concentración horizontal, es decir una empresa controla varios medios en una plataforma, por ejemplo, Prisa en la radio y El Mercurio en prensa escrita; también multimedial o propiedad cruzada, una misma empresa controla medios en diferentes plataformas, como Copesa (prensa, radio e internet) o Bethia (televisión, radio e internet). Otro ejemplo burdo, es el plano de la prensa escrita, un estudio del CNTV afirma que la concentración alcanza a un 97%, es decir, los primeros cuatro operadores tienen una lectoría de casi el 100%. Sólo entre los grupos Copesa y El Mercurio llegan a una audiencia del 80%.
Es importante tener claro, que si bien hoy la Globalización neoliberal imperante ha permitido que las nuevas tecnologías de información se extiendan y con ellas se produzca prácticamente la instantaneidad de los mensajes, esto no necesariamente redunda en mayor democratización comunicativa. Efectivamente ha otorgado mayores posibilidades de información, pero en su mayoría, éstas tienen un correlato símil al lenguaje globalizante, cuyo afán informador parece ser también de carácter doctrinario. Diversos son los ejemplos, tanto a nivel mundial como local, de uso de las nuevas tecnologías de información como herramientas de hegemonía cultural de dominación, a partir de un complejo entrecruzamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales.
Además, se suma el fenómeno de la desinformación que no es más que la coordinación para tergiversar perspectivas de los hechos y así conseguir determinados fines políticos y/o económicos en favor de los poderes fácticos hegemónicos.
Antes y ahora, hemos sido testigos de los momentos de aguda confrontación ideológica que experimenta el debate político social de nuestro país. La batalla ideológica se ha ilustrado, en lo grueso, en el apoyo o rechazo a transformaciones que buscan profundizar la democracia, muchas de las cuales ya iniciaron su camino en el programa de la Nueva Mayoría.
Los grandes medios de comunicación masiva han ocupado una posición de vanguardia en la contención de los cambios, ocupando roles incluso más incidentes que la propia derecha política.
Así podemos afirmar con claridad, que ninguna reforma estructural de profundización democrática podrá realizarse, con comprensión y apoyo ciudadano, mientras no se democraticen los socializadores de opinión, es decir, mientras no se regule el mercado de los medios de comunicación, dotándolos de mayor diversidad.
LA SITUACIÓN POLÍTICA, NUESTRO GOBIERNO Y LOS DESAFÍOS INMEDIATOS
En este contexto, es tarea principal del Congreso Nacional, analizar el curso de los acontecimientos y el rumbo de nuestro Gobierno, del cual somos parte, y por el cual hemos trabajado lealmente, sin obsecuencia.
Efectivamente, las correlaciones en el Parlamento, un diagnóstico no del todo certero de la situación del país tras la pandemia, los efectos de un gobierno derechista que golpeó al Pueblo; han afectado severamente el rumbo político-social actual.
Queda un tiempo que será determinante. Pero se necesita emendar el rumbo.
Hemos sufrido derrotas contundentes, y no es bueno no considerarlas en su toda magnitud. Necesitamos tener presentes las causas y efectos de los resultados de esos procesos.
Hemos tratado de aportar en toda la línea. Y hemos señalado que se requiere, con urgencia, elevar la calidad de la gestión gubernamental en todos los planos; mejorar significativamente una gestión política gubernamental que ha tenido significativos aciertos. Pero, también, errores en diversos ámbitos.
Necesitamos ser críticos, y propositivos, para avanzar con nuestro gobierno.
La presencia del Partido Comunista dentro de una coalición que es parte del gobierno y, por ende, con representación ministerial a distintos niveles, es un hecho histórico consecuente con una línea de concepción de poder ejecutivo y legislativo multipardista, que hemos impulsado desde los años 30 del siglo pasado.
Nuestra presencia en el gobierno se hace posible en torno a un programa transformador, y a una efervescencia social que había dado un fuerte impulso a nuestra idea de sociedad.
Una vez iniciado el gobierno, el papel de nuestras ideas se vio reforzado por el debate constituyente. En ese contexto, se aplazaron el ingreso de reformas estructurales al Congreso y los ministerios paralizaron programas públicos, a la espera del plebiscito del 4 de septiembre de 2022.
Grandes angustias ciudadanas, como el crimen organizado; el narcotráfico; las carencias socio-económicas, se empezaron a sentir en forma creciente.
La derrota del plebiscito fue contundente; las grandes mayorías no se sintieron interpretadas por ese texto constitucional.
Pero también el descontento social se asoció a nuestro Gobierno.
El resultado del plebiscito derrumbó la hegemonía de izquierda, para pasar a una etapa de asedio del gobierno por parte de la oposición y un apoyo condicionado a nuestros proyectos de ley, de parte de los partidos péndulo. El boicot en el Parlamento se acentúa.
La permanencia de las y los comunistas en el gobierno tiene ribetes dramáticos y a su vez, trágicos tanto durante el gobierno de Gabriel González Videla como Salvador Allende, y con su propia complejidad ahora en el gobierno de Gabriel Boric. Los enemigos y adversarios nuestros han intentado siempre asociar la presencia de los comunistas en el ejercicio del poder con el desorden, inseguridad y caos.
Estos años de presencia del Partido en el gobierno, tanto en la Nueva Mayoría como en el actual, tiene la particularidad de mantener a flote el horizonte de transformaciones que nos llevó al poder, aun cuando la capacidad para alcanzarlos se ve constreñida en el corto plazo. En ese sentido, sostener nuestras ideas como válidas para proyectar el desafío de seguir luchando por un gobierno de la izquierda, con la presencia de los y las comunistas, es una tarea que debe concentrar nuestras fuerzas.
Esto no es menor y en términos muy concretos constituye el modo en que la ciudadanía valorará o no lo que somos capaces de hacer. Implicará pasar del relato del deber ser a un relato de realidad y concreción. Lo que se pone a prueba entonces, es nuestra capacidad para hacer política tanto en la contingencia como en el sistema. Por lo anterior, nuestra política no puede medirse únicamente por el nivel de satisfacción propio con los logros del gobierno, sino con la valoración del pueblo sobre nuestra capacidad para identificar sus necesidades y darles solución.
Nuestro gobierno debió hacerse cargo de un país que salía de un régimen de derecha, determinado por el estallido social y la pandemia, pero además hemos tenido que navegar con el péndulo de la historia en contra, sin mayorías legislativas, sin sujetos movilizados a favor y con la derecha hegemonizando la agenda política. Lo anterior perforó las capacidades teóricas y prácticas y nos ha hecho retroceder de forma evidente.
En el corto plazo la capacidad que tengamos de entregar certezas al país en materias de trabajo, seguridad, economía, derechos sociales y medioambientales, será determinante para nuestra trayectoria política en los últimos dos años de gobierno. Pero debemos ir más allá, porque una parte importante de la población que se incorpora recientemente por el voto obligatorio, es además la más vulnerada por el sistema capitalista y por tanto son los que más necesitan del Estado para desarrollar sus proyectos individuales y colectivos
La ausencia de una reforma tributaria que pueda aumentar los recursos permanentes del gobierno se ha convertido en un límite para nuestras ideas, reponer la idea de un pacto fiscal, mejorar la utilización de los recursos o aumentar la ejecución del presupuesto, son todos debates que deben estar presentes en la ejecución del presupuesto 2024 y la confección de un presupuesto 2025 que llegue a las mayorías sociales.
Por último, debemos rechazar con toda la fuerza la alternancia como una necesidad de gobernabilidad. La alternancia hoy es parte del discurso del desalojo de este gobierno, y sobre todo de las fuerzas políticas más a la izquierda dentro de él, por lo que debemos disputar con fuerza la necesidad de mantener un rumbo de cambios sociales que se concretan por medio de políticas públicas del gobierno.
Hemos sido parte de la implementación de importantes realizaciones en materia de políticas públicas: En salud; educación; salarios; las 40 horas; vivienda; seguridad social y ciudadana. Son avances significativos.
Por otra parte, debemos asumir que Chile es un país que seguirá viviendo situaciones de crisis profundas: catástrofes naturales, Incendios; efectos del deterioro medioambiental; crimen organizado transnacional y narcotráfico inserto en los territorios y en todo el sistema financiero; aluviones y eventuales sismos de grandes magnitudes; campamentos en todo el país, controlados en gran medida por el crimen organizado, con la pérdida de soberanía del Estado.
Los campamentos, muchos controlados por el crimen organizado y bandas armadas, de origen extranjero, son una cruda realidad de violenta marginalidad. Están en todo el país, e invocar exclusivamente a las Fuerzas Armadas para terminar con ellos es algo que golpea en la inhumanidad, porque son familias sin recursos; sin acceso a la educación; a la salud; a las viviendas. Incluso más, la pura acción de las Fuerzas Armadas no resolverá en nada el problema real que implican esos campamentos.
La existencia de un crimen organizado de amplio poder armado; financiero y territorial, atenta en contra de toda la sociedad, pero especialmente en contra del Pueblo. Lo mismo ocurre con el narcotráfico, que es un poder transnacional que controla espacios territoriales; mercados; y expresiones bien importantes del sistema financiero. El partido ha hecho propuestas a nuestro gobierno y por la gravedad que implica para la vida de las grandes mayorías de nuestro país y la garantía de otros derechos derivados, en primer lugar, del derecho a vivir en un espacio seguro, es que hemos incorporado como un tema especial en esta convocatoria el tema de seguridad.
Estos no son fenómenos nuevos, ni en nuestro continente, ni en Chile. En nuestra América los gobiernos llamados de “centro”, y de derecha, con marcado acento neoliberal y pro imperialistas, no abordaron estos graves asuntos que ya venían desde las dictaduras impuestas en nuestro continente. Hicieron muchos negocios a partir de esta situación. El cuadro que vivimos hoy, en nuestro país, es la expresión de una irresponsabilidad y de una utilización de estos fenómenos con fines espurios y lucrativos.
La seguridad es una necesidad básica del pueblo. sin seguridad no hay Estado, y por lo tanto, sin seguridad no hay proyecto transformador que sea sustentable. Tal es la importancia de esta materia y tal es la relevancia que debiera tener en nuestro debate cotidiano.
La desigualdad económica, la ausencia de oportunidades y la desregulación de los flujos migratorios, han posibilitado también el crecimiento de una criminalidad que ha superado al Estado y sus instituciones. En ese marco, las grandes corporaciones económico-financieras usan de estos fenómenos para sus intereses privados.
Si bien históricamente los delitos comunes han ido a la baja, desde el gobierno de Piñera y post estallido social, los homicidios han ido aumentando, así como los homicidios sin imputado conocido y los homicidios cometidos por armas de fuego.
La experiencia de formar parte de este gobierno nos ha permitido conocer desde dentro los problemas que tiene el Estado para enfrentar esta situación. Así es como hemos podido constatar que las razones que subyacen a nuestra exigencia por una reforma policial profunda eran completamente acertadas, pues Carabineros y la PDI distan mucho de estar al nivel de policías modernas y preparadas para estos nuevos fenómenos.
Así como las policías, el resto de las instituciones que forman parte del sistema de seguridad chileno requieren también modificaciones. El Sistema de Inteligencia, el Ministerio Público, Gendarmería, Aduanas, son instituciones que requieren un reimpulso y un rediseño para enfrentar esta nueva realidad. Nuestro gobierno ha concentrado esfuerzos en esto y ha conseguido avances, pero los desafíos que están pendientes son aún importantes.
En ese contexto, vale la pena preguntarse cuál ha sido el rol que hemos jugado en el debate público relacionado con la seguridad de la población. Más allá de algunas vocerías comunistas que se hacen presentes desde el parlamento a propósito de los proyectos de ley relacionados, como partido hemos sido reactivos y no mostrado una idea clara que se materialice en propuestas de políticas públicas que den cuenta de un proyecto de país que incluye la seguridad como uno de los bienes fundamentales de la población.
Por este motivo, nuestro congreso partidario debe invitarnos a hacer una reflexión profunda respecto a cómo enfrentar estos nuevos fenómenos desde una perspectiva que integre la experiencia cotidiana de los trabajadores con la elaboración de políticas públicas desde el Estado y la disputa por los espacios institucionales que las diseñan y las ejecutan.
No basta con demandar cambios en las policías si no entendemos el rol estratégico que juegan como herramienta de copamiento territorial del Estado. No basta organizar comités de seguridad si no les damos un rol en la disputa por el poder local. No basta pedir un nuevo ministerio de seguridad si no disputamos la elaboración de las políticas públicas que desde ahí se construirán.
La seguridad también abre un campo de disputa en los espacios locales. Si bien los municipios no tienen roles en seguridad pública, si lo tienen en la prevención del delito y son fundamentales para posibilitar la organización de los trabajadores en sus lugares de vivienda.
Así como ayer las juntas vecinales eran el espacio más primitivo de organización para la disputa municipal, en esta nueva realidad han proliferado los comités de seguridad como espacios de coordinación vecinal. No podemos regalarle estos espacios a la derecha, pues su carácter reaccionario solo incentiva la proliferación de visiones alarmistas que se propagan rápidamente en la población y cultivan el enfrentamiento entre vecinos.
La cultura neoliberal incentiva permanentemente el abordaje de estos problemas desde el individuo. Así es como las poblaciones se han llenado de rejas y de armas, relegando a las personas a estar encerrados al interior de sus casas y entregando el espacio público a aquellos que lo usan para delinquir.
La construcción de redes y la coordinación y colaboración vecinal que surge al calor de los comités, va en contra de esta lógica y potencia la creatividad popular para la adopción de medidas preventivas que posicionen a los vecinos en un mejor pie para enfrentar los nuevos fenómenos delictuales, teniendo claro que en ningún caso se debe pretender reemplazar la acción del Estado.
Así, los comités son también una herramienta propicia para la divulgación de las ideas del partido y la construcción de liderazgos locales. La participación en estos espacios y la disputa por su conducción tienen sentido, porque simbolizan una necesidad concreta que es transversal a toda la clase trabajadora. La demanda por más y mejor seguridad. Quien entienda esto, se posicionará de mejor forma para las próximas elecciones municipales.
Este congreso debe mandatar al partido a situar la seguridad dentro de las materias relevantes a ser discutidas como tema permanente y desde ya se deben adoptar medidas para cubrir la brecha de conocimiento que existe, partiendo por la conformación de una comisión nacional que sistematice las ideas del partido y entregue insumos al comité central para la adopción de posiciones concretas respecto al que hacer del Estado en esta materia.
Seguridad para vivir, dignidad para trabajar.
Hoy, necesitamos construir un plan nacional robusto para enfrentar estos flagelos. Que considere una participación y protagonismo popular respaldado por el Estado y sus instituciones.
Que contemple políticas públicas focalizadas y dirigidas hacia las familias y sectores sociales que están bajo el control de estos poderes, y que por muchos años ya han vivido la precarización socio-económica y no tienen salida a esa marginación. Que contenga un sistema urgente de fortalecimiento de las policías, bajo el control civil, en materia de prevención; inteligencia; intercambio con países con los cuáles necesitamos establecer cooperaciones bilaterales y multilaterales, como se ha avanzado con Bolivia y Venezuela.
Este diagnóstico, que nos parece del todo real, requiere de políticas públicas con respaldo económico y de financiamiento acorde a las necesidades, ahora.
Ya en el gobierno de la Nueva Mayoría, del cual fuimos parte, finalmente se impuso una política regresiva que privilegió los intereses de los grandes consorcios económicos, y que se autodefinía como una “política realista y responsable”, para “mantener el equilibrio macroeconómico”.
El resultado de aquello, fue el empeoramiento socio-económico de amplias capas sociales; el debilitamiento de planes y proyectos productivos de inversión en diversas regiones, y en definitiva lo que ayudó a abrirle paso al segundo gobierno de la derecha encabezado por Piñera. Tardíamente se intentó un cambio, el Partido hizo propuestas, pero en definitiva primaron los criterios políticos que seguían considerando que el modelo económico tenía aún vigencia. Sin embargo, los hechos siguen demostrando lo contrario y los tiempos sociales, en esta ocasión, son extremadamente acotados.
Efectivamente, las demandas y descontentos sociales por salud; educación; salarios; viviendas; se han seguido expresando de manera contundente, especialmente en el último plebiscito en donde se impuso el EN CONTRA. Hay una latencia de millones y millones que se hace manifiesta en elecciones; o en otras formas que debemos tener en cuenta. Porque entramos a un período determinante en tal sentido.
De estos cambios, en gran medida, depende el resultado de nuestro gobierno. Y hemos sido extraordinariamente leales en todos los planos de la actividad gubernamental.
Insistimos, lealtad, no significa obsecuencia, porque nuestro aporte también ha sido, y debe ser, crítico y propositivo.
En ese sentido, Chile no resiste más el actual Estado.
Se necesita avanzar con urgencia hacia un PLAN NACIONAL DE PREVENCIÓN Y DE RESPUESTA INMEDIATA, que involucre a todas las instituciones; que legitime y genere y estimule la participación y el protagonismo popular y de la sociedad civil, no sólo en el ámbito consultivo, sino que en el plan de la realización y ejecución de los planes. Se han realizado muchas cosas, pero en definitiva resultan insuficientes. Este gran esfuerzo nacional requiere, también, de la participación del mundo privado, pero en una arquitectura en donde el lucro esté superado, y los propósitos sean en beneficio del bien público, del Pueblo y del país.
Es materia de este Congreso Nacional debatir y levantar esta propuesta nacional.
Necesitamos una política económica de contingencia con planes focalizados, para enfrentar el deterioro del poder adquisitivo de grandes masas de ciudadanía; el debilitamiento de los salarios; la precarización del mundo del trabajo; el endeudamiento masivo; las urgencias en salud, vivienda y educación.
LAS TAREAS DE LA JUVENTUD
La juventud en Chile, durante toda la historia, ha sido un eje articulador y dinamizador de las luchas del movimiento social y popular. En los hitos más recientes, fueron las y los estudiantes quienes instalaron la agenda movilizadora del año 2011, poniendo en el centro la necesidad de avanzar en gratuidad universal con una reforma tributaria que entregara los recursos para ello. Junto a la articulación virtuosa con las y los trabajadores, se avanzó en la conquista de la gratuidad progresiva de la educación superior y en el término del lucro, copago y selección durante el Gobierno de la Nueva Mayoría. Con el mismo vigor, el año 2018 se levantó con fuerza el movimiento feminista, con una ola civilizatoria que puso en el centro los derechos de mujeres y disidencias sexuales, principalmente protagonizado por la juventud organizada en las universidades y colectivos territoriales. Seguido de ello, el año 2019 fueron las y los estudiantes secundarios los que permitieron agudizar las condiciones que fraguaron la revuelta popular, organizando evasiones masivas y saltando el torniquete que terminaron en grandes movilizaciones nacionales y en la instalación de un cambio constitucional.
Ese impulso de la juventud, a pesar de que pudiese parecer contradictorio, está caracterizado por una crisis del sentido colectivo, la cual es atravesada por un fuerte descrédito a la política como herramienta de transformación de la realidad que no distingue rango etario. Hoy, el involucramiento de la juventud en la construcción de bases sociales y populares es precario y, por cierto, insuficiente. Insuficiente pues las consecuencias del modelo neoliberal, si bien tienen alcance social, son las y los jóvenes quienes sufren mayor precarización en aspectos claves de la vida como el trabajo y los derechos sociales.
En la juventud persiste una brecha de desigualdad económica de grandes dimensiones. Si vemos el panorama Latinoamericano hasta el año 2021, una parte relevante de la juventud (21%), mayoritariamente mujeres (76%) se encuentran sin estudiar, ni trabajar, ni recibir capacitación, y otro número significativo (19%) engrosan las cifras de la informalidad laboral. Lo anterior, ha significado una preocupación sobre el futuro laboral y económico de la juventud, pues hoy en el país aproximadamente un 32% de los jóvenes trabaja para mantenerse a sí mismo o su familia, y por el contrario, existe un 23,4% de jóvenes que no estudian ni trabajan. Desde 2012, se registra un aumento de los ingresos mediante trabajo regular o esporádico en la población joven mientras disminuyen los aportes o ayudas de sus padres o madres. La posibilidad de acceder a un buen empleo registra su nota más baja en 10 años, cifra 11,4 puntos porcentuales superior a la población adulta (INJUV, 2022).
Durante los últimos años, se ha observado un aumento en la atención y la conciencia sobre la salud mental en la juventud chilena, 1 de cada 4 jóvenes declara presentar síntomas moderados o severos en torno a la salud mental. El estrés académico, la presión social y las expectativas impuestas por el modelo, la globalización y las redes sociales, afectan la salud mental, lo que se cruza por un componente de género que golpea fuertemente a las mujeres y la falta de financiamiento para acceder atención médica oportuna y mantener un tratamiento. Como resultado, ha habido un mayor enfoque en la promoción del bienestar emocional y la búsqueda de ayuda profesional.
LAS ELECCIONES EN EL 2024
Este año se realizarán elecciones que, por su carácter, incidirán fuertemente en los escenarios futuros.
Ciertamente, influirán en las correlaciones electorales y política hacia las parlamentarias y presidenciales.
La lucha para detener el avance de la derecha, es lo que debe dar centralidad a la actuación política de los sectores democráticos y progresistas. El desafío de nuestra política de alianzas es la más amplia unidad posible, desde el centro a la izquierda, incluye a partidos; movimientos y sectores políticos con y sin representación parlamentaria. Debemos basificar estas expresiones de convergencia unitaria, con expresiones territoriales concretas, en donde ningún sector quede excluido.
El desafío, para nuestro partido, es hacer crecer significativamente la votación nacional partidaria; elevar nuestra representación tanto en alcaldías como en concejos municipales, gobiernos regionales y consejos regionales.
Levantar contenidos programáticos que, efectivamente, recojan las demandas ciudadanas, y proyecten transformaciones. Sobre esta base, y no otra, creemos que aportamos a derrotar a la derecha; no se trata de una unidad por la unidad, pues la derecha se nutre de los reales descontentos ciudadanos, sólo así podemos levantar, y ayudar a construir una correlación de fuerzas hacia el futuro inmediato. En sintonía con la construcción de un proyecto nacional emancipador que se proponga terminar con el capitalismo salvaje, que supere las visiones que consideran que estos asuntos no están hoy en la palestra ciudadana. Las batallas electorales, de este año, serán determinantes.
Debido al voto obligatorio, estas elecciones serán diferentes, se requiere considerar este hecho en toda su magnitud, los descontentos sociales; la distancia de la ciudadanía con los partidos; el Congreso y en general las instituciones políticas, gravitarán en estos procesos.
Del mismo modo, los niveles de corrupción que afectan directamente a diferentes poderes y fuerzas políticas.
La votación del EN CONTRA, mostró que una parte muy significativa de las cinco millones y medio de personas que lo hacen por voto obligatorio, tienen una muy sensible conducta respecto de los problemas más directos de pervivencia: Salud, salarios, delincuencia y crimen organizado, vivienda, corrupción, educación.
Desde esa óptica, evaluarán sus opciones electorales.
Nuestras candidaturas y sus programas deben considerar estos componentes como prioritarios. Del mismo modo, asuntos propios de las comunas y localidades que, en algunas ocasiones, son de máxima importancia para la ciudadanía, porque adoptan expresión concreta de sus vidas.
En este ámbito, la batalla por una nueva constitución política para Chile continúa siendo una cuestión principal de nuestra política. Necesitamos trabajar desde los territorios, desde las bases de la sociedad, desde los movimientos sociales, para que esta demanda y esta construcción adopte una fuerza y una referencia conceptual estratégica, y que se abra paso ante cualquier intento de las elites dominantes por cerrarle el paso. La nueva constitución política para Chile debemos retomarla como una cuestión permanente del trabajo político, ideológico y de masas del partido.
LAS FUERZAS ARMADAS QUE CHILE NECESITA.
LOS DERECHOS HUMANOS, UNA LUCHA PERMANENTE Y DE FUTURO.
Un tema relevante de nuestro Congreso Nacional debe ser nuestra discusión sobre las Fuerzas Armadas que Chile necesita. Su carácter respecto de la doctrina militar; sus relaciones con otras fuerzas armadas de otros países, y especialmente las potencias que controlan el poder militar en el mundo capitalista. La debilidad en la conducción civil se manifiesta en la autonomía corporativa de las FFAA.
Una de sus expresiones es la débil injerencia del poder civil para perfilar el actuar político de las FFAA a nivel internacional. La declarada posición de “No Alineamiento Activo” del país, frente a los conflictos que tienen las grandes potencias, la posición del Gobierno del Presidente Boric, se enfrenta a las relaciones privilegiadas que tienen las FFAA con Estados Unidos y, en general, con los países que conforman la OTAN. En contraposición al principal socio comercial del país, la República Popular China. Esto, concretamente, ha derivado en profundizar la concepción del “Indo pacífico”, por sobre la política al “Asia Pacífico”, que se promueve desde el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Necesitamos avanzar en el fortalecimiento de la institucionalidad civil en relación a la doctrina; carrera militar; y política de defensa de las FFAA.
También respecto de la construcción de una cultura institucional, que considere contenidos en los programas de educación y formación. Aumento de mecanismos de control, probidad y transparencia en las FFAA y sus instituciones afines.
La defensa de los Derechos Humanos debe ser parte sustantiva de nuestra política. Desde los 90 del siglo pasado, en muy buena medida, lo que se ha podido avanzar en verdad y justicia, es producto del valioso y tenaz Movimiento por Verdad Y Justicia del cual nuestro partido ha sido protagonista. Hay múltiples tareas pendientes.
La lucha porque los Derechos Humanos sean una centralidad en la vida del país, exige que profundicemos nuestras propuestas y nuestro trabajo de masas en esa dirección. La política de Derechos Humanos que emane de nuestro Congreso Nacional debe ser parte sustantiva de toda la actividad que realice el Partido y la Juventud en todos los ámbitos de la vida nacional e internacional.
La lucha por Verdad y Justicia Plena está inconclusa.
La defensa de los Derechos Humanos es central en la vida democrática del país.
La lucha Ideológica, siempre importante, ha incrementado su significado y su nivel de exigencias para los Revolucionarios y sus Partidos, a nivel Mundial.
Precisar una Política del Partido en torno a los DDHH Universales, se hace un imperativo moral e ideológico. Significa enfrentar al Modelo Capitalista Neoliberal, que supedita al gran Capital los intereses y necesidades del Pueblo.
La lucha por los DDHH Universales, pasan a una categoría de lucha Ideológica, donde el Estado compromete y garantiza su promoción y respeto, en contra de una ideología dominante, basada en leyes y normas que desconocen como valores intrínsecos e irrenunciables, la dignidad, la libertad, la igualdad sustantiva de los seres humanos y en ello su relación indisoluble con la Naturaleza.
Existe una Cultura hegemónica, que propicia la discriminación, la impunidad, el lucro, el abuso, el clientelismo y por sobre todo el individualismo.
Al revés, la aplicación efectiva de los DDHH Universales, por parte del Estado, promueve la Democracia del Pueblo que es donde radica la Soberanía. Lo anterior, nos interpela como Partido a observar la insuficiente Democracia que hemos construido, donde el ‘Nunca Más’, fue solo una frase, y no parte del Modelo post Dictadura.
Se requiere, por tanto, mirar en profundidad la calidad de la lucha que hemos dado para lograr el cumplimiento cabal de los DDHH Universales. Entendiendo, que estos Derechos son interdependientes, vinculados, es decir requieren respeto y protección recíproca.
Se necesita un Nuevo Modelo de Desarrollo Económico al igual que una Política Tributaria Justa, que puedan garantizar, el derecho al Trabajo, a la Educación, a la Salud, a la Seguridad Social, a la Soberanía Alimentaria, a la Paz.
Es decir, los DDHH son transversales, son la columna vertebral del tipo de Sociedad, de Democracia y de FFAA, que queremos construir. Por lo cual, es desde aquí donde debe surgir la nueva Doctrina Militar Democrática.
Plan de Búsqueda: una Política de Estado
En este contexto, el Plan de Búsqueda impulsado por nuestro gobierno, viene a hacerse cargo de un pendiente, pero también un proyecto futuro de respeto irrestricto a los DD. HH en toda su magnitud, Este Plan de Búsqueda, surge después de años de valiente lucha del Movimiento de DDHH, de la lucha incansable por Verdad y Justicia.
Este Plan se transforma en Política de Estado, cuando no basta con encontrar a la víctima del Exterminio y del Genocidio, sino que, busca visibilizar el contexto en que se dio la desaparición, los contenidos que rodearon el hecho y mostrar que no fueron casuales.
La culminación de la Búsqueda, será la entrega pública de la víctima, en un acontecimiento Social de Estado, como un paso real hacia el » Nunca Más»
Caminemos, Hacia la Construcción de un Movimiento Popular de los DDHH, en articulación con otras Lucha.
EL CONVULSIONADO CUADRO DEL MUNDO Y LAS CORRELACIONES DE FUERZA EN CURSO.
Transitamos un escenario determinado por la agudización de la crisis de la globalización neoliberal hegemonizada por Estados Unidos y sus aliados, y la creciente presión de los pueblos por un nuevo ordenamiento mundial.
La situación es visible en nuestra región, particularmente determinada por el imperialismo como ordenador tanto de la realidad local de cada país como la de todos en bloque, y no solo en términos económicos.
El imperialismo norteamericano, raíz de la crisis neoliberal.
“América para los americanos”:
El cuadro global resultaría incomprensible sin tener en consideración el rol de Estados Unidos y su posición de hegemonía sobre América Latina y el Caribe, a los que considera su “patio trasero.” La idea se re impulsó al cumplirse 200 años de la “Doctrina Monroe,” proclamada por el presidente del mismo nombre en diciembre de 1823 ante el Parlamento de Estados Unidos, cuya esencia sintetizó en la frase “América para los americanos”, donde ciertamente “los americanos” son ellos.
En audiencia ante el Comité de Servicios Armados del Senado de EE.UU., en marzo de 2023, la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur y de las operaciones militares especiales en América Latina y el Caribe, fue elocuente: “El mundo está en un punto de inflexión. Nuestros partners (países aliados en Latinoamérica) en el hemisferio oeste, con los que estamos unidos por el comercio, valores compartidos, tradiciones democráticas y lazos familiares, están sintiendo el impacto de interferencia externa y coerción. La República Popular de China continúa expandiendo su influencia económica, diplomática, tecnológica y militar en Latinoamérica y el Caribe”.
El mes siguiente Richardson visitó Colombia, Argentina y Chile reafirmando sus dichos, en nuestro caso, reforzando su explícito interés por el control estratégico sobre la producción de litio. En la misma gira, a su paso por Perú, destacó que esta es una región rica en petróleo, oro, plata, cobre, litio y otros minerales, así como en agua dulce y biodiversidad, sosteniendo que esos recursos no podrían beneficiar a otras “potencias extra continentales” sino solamente a ellos. “Nos pertenecen”, afirmó, en honor a su función de cautelar los intereses de los Estados Unidos, ahora “ante el avance de China y Rusia”. Las declaraciones de la jefa del Comando Sur expresan la vigencia de la Doctrina Monroe como columna vertebral de la política exterior de Estados Unidos los últimos doscientos años.
La integración latinoamericana y el multilateralismo, único camino para romper el unilateralismo y la dependencia de la hegemonía norteamericana.
En medio de la disputa por definir una salida a la crisis global, los países tienden a agruparse frente a los problemas comunes derivados de ésta y abogar en favor del multilateralismo, tanto para contrarrestar su condición desigual frente a los países desarrollados, como para abordar en conjunto los problemas comunes que no logran resolver en solitario, como las crisis migratorias de seguridad, ambientales, entre otros.
Se trata de necesidades que trascienden las diferencias de signo político de sus gobiernos, que impulsan nuevos espacios colectivos en aras del intercambio y la cooperación al margen de EE.UU. y sus aliados.
Tal es el caso de la XV Cumbre de los BRICS celebrada en agosto de 2023 en Sudáfrica, que a sus integrantes a esa fecha (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), sumaron la incorporación de Etiopía, Egipto, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Argentina.
El BRICS ampliado agrupa a los gobiernos del 46% de la población mundial, representa el 37% del PIB global (superando al G-7, que agrupa a los países del capitalismo desarrollado) y a la mayoría de los países productores de petróleo y gas del planeta. Tiene un banco, que muy probablemente superará la incidencia del propio FMI en las finanzas mundiales.
Siguiendo esta tendencia, presidentes y jefes de Estado de 134 naciones, que agrupan a dos tercios de la población del mundo, en septiembre de 2023 llegaron hasta La Habana para participar de la Cumbre G77 + China, destinada a intercambiar líneas de cooperación entre los países del “Sur Global”; trazar la creación de un nuevo orden financiero internacional inspirado en la solidaridad; desarrollar la cooperación para el avance de la ciencia, la tecnología y la innovación; frenar el intercambio comercial desigual entre países ricos y pobres e impulsar la paz y el desarrollo, entre otros temas. “El mundo le está fallando a los países en desarrollo”, señalaron.
En julio de 2023 se celebró en San Petersburgo la Cumbre Rusia-Africa. Delegaciones de 49 países, sorteando los obstáculos colocados por los gobiernos de Estados Unidos, Francia y otros de la Unión Europea con el fin de minimizar la realización del evento.
En una lógica contrapuesta, Estados Unidos extrema la presión a sus aliados de la Unión Europea para sostener tanto financiera como militarmente la expansión de la OTAN y su aventura de montar la provocación militar en Ucrania, con el expreso propósito de debilitar a Rusia, particularmente debido a su condición de aliado de China mediante una guerra prolongada, conociendo que Moscú no aceptaría la instalación de una base nuclear en sus fronteras. Es ilustrativo al recordar que en 1962 EE.UU. hizo lo propio rechazando la instalación de una base soviética dotada de misiles en Cuba, ante cuyo reclamo la URSS retiró su proyecto con el fin de evitar la confrontación.
Ante la sostenida declinación de su hegemonía, la Casa Blanca y el Pentágono recurren a su poderío militar. Y lo hacen tanto para potenciar las utilidades de su complejo militar industrial, como para salvaguardar el control territorial y político alcanzado. Superados por China en áreas como la inteligencia artificial, materia en la que se suma el vertiginoso avance de Indonesia, India, Irán y Vietnam, adicionalmente ven debilitarse su influencia en Asia y África, situación que los empuja a fijar su atención en América Latina y el Caribe.
La tendencia de la mayor parte de los gobiernos de la región frente a los problemas provocados por la globalización neoliberal, es asumir que de la suerte de todo el barrio también dependerá su propia suerte; que es el destino del Continente en su conjunto es lo que está en juego.
Hace 30 años, en el evento que convocó a los representantes de la izquierda latinoamericana y caribeña para crear el Foro de Sao Paulo, se aprobó el “Consenso de Nuestra América”, en cuyos principios señala:” Los países y pueblos que conformamos la América Latina y el Caribe tenemos coincidencias y diferencias, pero nos vemos a nosotros mismos como una comunidad y como una patria grande. Las similitudes, sobre todo, son el fruto de estructuras socio-económicas y políticas derivadas de una historia común, que en cada época han sufrido y siguen sufriendo el sometimiento de parte de los poderes hegemónicos de turno, sean los colonialismos europeos o el imperialismo estadounidense.”
Lo internacional debe ser un asunto de todo el pueblo.
El Programa de Gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular se definía como “Antiimperialista, Antimonopolista y Anti Oligárquico”. El pueblo chileno hizo propio el llamado y el Gobierno cumplió con su compromiso. En los centros de trabajo, la locomoción colectiva, en barrios, liceos y universidades trabajadores y dueñas de casa, profesores y alumnos, jóvenes y viejos discutían o conversaban acerca de la Unión Soviética, la Revolución Cultural en China, la Revolución Cubana, los movimientos de liberación nacional en África y el Movimiento de Países No Alineados, la Guerra Fría, los propósitos de la Alianza Para el Progreso o los pasos de la ITT y el futuro del cobre chileno en los mercados mundiales.
En 1968 más de tres mil jóvenes -que nunca habían visto a algún vietnamita- marcharon en solidaridad con ese pueblo durante cinco días desde Valparaíso a Santiago; en los recreos de los colegios era frecuente escuchar canciones basadas en la hermandad latinoamericana y los profesores incorporaban estos temas en las actividades escolares; los grupos populares reeditaron las canciones de los republicanos durante la Guerra Civil Española y de otros movimientos revolucionarios. El pueblo conocía lo que estaba ocurriendo en el mundo, tomaba posición activa y comprendía la incidencia de esos acontecimientos en Chile.
Luego del golpe de Estado, la dictadura sacó de la vida pública el debate sobre la situación internacional bajo la excusa que, dada su complejidad, su tratamiento debía reservarse a la exclusividad de acotados espacios de especialistas. Eran conscientes que la socialización de estos temas incide directamente en la conciencia popular y su posición anti imperialista. Las puertas quedaban abiertas al ingreso de las grandes corporaciones multinacionales que inescrupulosamente se adueñaron de las empresas estratégicas del país y a la ola privatizadora.
Asumir lo internacional como un asunto de todo el pueblo es una cuestión estratégica, tanto para la identidad de la izquierda y el desarrollo de la conciencia política del mundo popular, como para la proyección de los destinos del país en su conjunto, especialmente en medio de la globalización en curso, que determina a menudo sin contrapeso las normas que rigen nuestras relaciones comerciales con otros países, la circulación de capitales o la inversión extranjera, entre otros asuntos estratégicos.
El futuro de la inserción internacional de Chile está junto al Ciclo Progresista de América Latina y el Caribe.
El análisis de lo que ocurre en un país determinado sin considerar el cuadro trazado por la estrategia norteamericana para toda la región, adicionalmente se queda al margen del proceso que los países impulsan uniendo sus fuerzas para hacerle frente. Quien se aísla corre el riesgo de quedar expuesto a una conducta errática, como una nave a la deriva en un océano desconocido, presa de la incertidumbre.
La fuerza de los hechos impone a las alianzas como asunto medular en el mundo globalizado, donde los problemas comunes no se pueden resolver en solitario.
La rueda de la historia ha seguido girando. Con el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en México en 2018 se inició un “Segundo Ciclo”, seguido por las victorias de Cristina Fernández en Argentina en 2019; de Luis Arce en Bolivia aún después del golpe de Estado que destituyó a Evo Morales dos años antes; de Gabriel Boric en Chile, Xiomara Castro en Honduras y Pedro Castillo en Perú en 2021. El impacto de la victoria de Gustavo Petro en 2022, que por primera vez en la historia llevó a la izquierda al Palacio de Nariño en Colombia, fue seguido por la tercera victoria de Lula en Brasil en 2022 y la de Bernardo Arévalo en Guatemala en 2023.
En este segundo ciclo, el rasgo común del discurso de los candidatos/as durante sus campañas electorales estuvo nuevamente centrado en la crítica a las políticas neoliberales. La prensa internacional mostraba el mapa de América Latina y el Caribe teñido de rojo. Presentada de esa forma, se indujo a la población a la errónea idea de que la izquierda de esos países tomaba el control del poder, de modo que ella tenía que asumir la responsabilidad sobre los diversos dramas sociales no resueltos y de aquellos por surgir. La versión ocultaba que la conquista del gobierno constituye sólo una parte del poder, y que la otra la poseen los llamados poderes fácticos, que desde el primer día comenzaron a operar desde las sombras para revertir las reformas.
Se generó en Guatemala si la derecha permitiría que asumiera la Presidencia Bernardo Arévalo de León, se agrega la tensa espera del resultado de las elecciones agendadas para el 2024 en distintos países de la región, así como del propio desempeño que tendrán los gobiernos progresistas en ejercicio, sin excepción confrontados a una derecha que obstaculiza desde todos los flancos la implementación de las medidas comprometidas en sus programas.
Nos encontramos en una región profundamente dinámica. Por ya doscientos años, los países han hecho su camino mediante sucesivos ciclos, que con distintos nombres retratan la constante variabilidad de esos procesos, ya sea para impulsar transformaciones o para hacerlas retroceder.
Sin embargo, lo nuevo es que se trata de una tendencia que abarca a parte importante de la región en una dirección común frente a la globalización neoliberal. En un sentido u otro, la tendencia es que tanto avances o retrocesos se produzcan en cadena.
En definitiva, nuestra tarea es empujar para que Chile incremente su rol de participación e incidencia en el avance de naciones y pueblos integrados, en el marco de las relaciones bilaterales y multilaterales. CELAC; UNASUR; MERCOSUR; ALBA, acuerdos en diferentes ámbitos, incluidos los que se producen a nivel de gobiernos; municipios; movimientos sociales; expresiones culturales y partidos y fuerzas políticas. En tal sentido, el FORO DE SAO PAULO es nuestra referencia principal respecto del espacio en que partidos comunistas, de izquierda y progresistas de nuestro continente, se agrupan para adoptar acuerdos comunes y solidaridades necesarias.
En las relaciones bilaterales y multilaterales, China es una prioridad para el estado nacional chileno, y como partido, debemos incrementar nuestras relaciones con esa nación y con el Partido Comunista de China.
Debemos también empujar para que Chile solicite su ingreso al BRICS, y sea mucho más activo en ese proceso crucial para nuestro país, y el mundo.
En este contexto, consideramos que la historia nos enseña que no existen modelos a copiar, pero sí hay diversos y múltiples procesos que se levantan en contra de la hegemonía del imperialismo norteamericano. En esa misma línea, desarrollar con mucha más fuerza nuestro trabajo ideológico y de masas de solidaridad internacional; de denuncia y combate al imperialismo norteamericano y sus aliados de la OTAN.
Es en este mismo sentido, que debemos incrementar la solidad activa y permanente con Cuba, que vive el inhumano bloqueo por décadas, por parte de Estados Unidos, a pesar de que en reiteradas ocasiones, la Asamblea General de las Naciones Unidas, de forma mayoritaria ha votado y condenado el bloqueo en contra de este pueblo hermano. Estados Unidos, desde una lógica imperialista e intervencionista, ha puesto a Cuba en un listado de países que “promueven el terrorismo”, para justificar sus acciones en contra de la isla, y así asegurar distintas iniciativas que buscan la desestabilización política, económica y social del país caribeño.
Rechazamos todas las medidas unilaterales que el imperialismo adopta, para castigar en nuestra región, y en el mundo, todo tipo de gobiernos y procesos nacionales que buscan superar la dependencia neo colonial.
La lucha por la PAZ MUNDIAL es, esencialmente, una batalla contra la hegemonía del imperialismo norteamericano; su militarismo creciente; y debe seguir creciendo como expresión de los PUEBLOS DEL MUNDO.
Compañeras y compañeros:
Como podemos ver, enfrentamos tiempos de grandes desafíos en planos diversos y donde el esfuerzo sostenido de nuestro Partido no solo puede marcar la diferencia, sino que, principalmente, construir nuevos equilibrios a nivel nacional e internacional.
Somos un Partido que cuenta con más de 45 mil adherentes, somos la tercera fuerza política con mayor representación en el Parlamento, hemos consolidado nuestra presencia en el poder ejecutivo, encabezando tres ministerios y con dos ministras en el comité político, tenemos incidencia y representación en el mundo social y sindical, fuimos la segunda mayoría en la elección de consejeros constituyentes del segundo proceso, contamos con más de cien sesenta concejalas y concejales y una bancada de consejeros y consejeras regionales de alto nivel. En nuestra vida centenaria y con décadas de persecución e ilegalidad, hoy somos una fuerza política que crece y se agiganta.
Pero no podemos conformarnos con eso, más que solo satisfacernos debemos asumirlo como una gran responsabilidad sobre nuestros hombros; contar con este respaldo ciudadano y la confianza del Pueblo debe convencernos de que debemos desplegar más esfuerzos aún para bien representar, para garantizar que todos y todas quienes depositan su confianza en nuestro Partido no se sentirán defraudados. En tiempos donde muchos tienden a banalizar la política, nosotros debemos seguir actuando con responsabilidad, prudencia, coherencia y consecuencias, pues así y solo así podremos contribuir a recuperar la confianza en la política y los políticos, eslabón esencial para el fortalecimiento de la democracia.
Hoy, que la historia nos enfrenta al desafío de ser gobierno y seguir construyendo Partido y sumando militantes, la tarea de fortalecernos y fortalecer el movimiento social y sindical, deben ser tareas ineludibles en un tiempo marcado por la tensión, la disputa y la confrontación con sectores ultra conservadores, con la ultra derecha, que, en un escenario de desafección de la ciudadanía con la política, trabaja por hacer crecer sus ideales como parte del ‘sentido común’.
La disputa es y sigue siendo ideológica y nosotros, militantes comunistas, no podemos desfallecer ante el intento de construir nuevos relatos que pretendan hacernos creer que no hay una disputa de clase en la disputa del poder. No entregar a la derecha un próximo gobierno no es un problema de subsistencia nuestra ni de ninguna fuerza política con la que hoy gobernamos, es siempre nuestra legítima preocupación por los costos que paga el pueblo cuando quienes los gobiernan están comprometidos con los privilegiados de siempre, con el gran capital, por eso y mucho más, este congreso, nuestro congreso, debe ser un momento de encuentro militante, de fraternidad en el debate pero sin inhibirnos de la crítica y la autocrítica, un momento para reflexionar junto al pueblo, porque por ellos y para ellos es que nos organizamos como fuerza comunista.
EN LA LUCHA POR LA PERVIVENCIA DE LA HUMANIDAD.
POR UN CHILE DE JUSTICIA SOCIAL; DEMOCRACIA, SOBERANIA NACIONAL. CON LA IZQUIERDA, A CONSTRUIR LA ALTERNATIVA DE TODO EL PUEBLO.
MIL VECES VENCEREMOS.
187,461 total views, 36 views today